Paciencia

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El sueño de Xue Yang fue interrumpido por el golpeteo persistente de la puerta. Abrió los ojos, molesto. Lo primero que encontró fue a un Xingchen acostado en su pecho con un sueño más profundo que el suyo.

–¡Mis padres van a llegar en cualquier momento, par de calenturientos!– escuchó detrás de la puerta.

Con aquel grito, Xiao Xingchen despertó. Se quedó ahí, quieto, sintiendo un brazo firme que sostenía su cadera. No recordaba mucho, solo que era de mañana. Cuando despertó por completo fue consciente de lo que pasaba: su cadera dolía, sus piernas dolían, su entrada ardía y sus glúteos por igual. Se sentía pegajoso por todos lados, preguntándose si era por el sudor o por el semen.

–Tienes la cara manchada – habló Xue Yang con voz ronca. Fue lo primero que dijo. Le levantó el rostro y con dos dedos limpió el semen que tenía en la mejilla.

Sí, había sido una noche larga para ambos.

Xingchen se sonrojó con solo eso ¿En qué momento..? Ah sí, ahí. Al parecer su otro yo salió para pedir que el último orgasmo terminara en su cara.  Con la vergüenza invadiendo su cuerpo, intentó separarse de Xue Yang, pero en el momento que intentó usar sus piernas cayó de rodillas al suelo. La cama era matrimonial, durmieron cerca de la orilla, además de que sus piernas no eran totalmente funcionales. Hizo un mayor esfuerzo para levantarse, consiguiendo un buen resultado. Sin decir nada, corrió al baño para tomar una ducha.

Y eso a Xue Yang le sacó algo que creyó enterrar: la culpa. ¿Había sido tan rudo que Xingchen no quería mirarlo? Se formó un nudo en su garganta. Prefirió levantar todo ese desastre, ya que como había dicho A-Qing, sus padres llegarían en cualquier momento. Se vistió, recogió las sábanas, las puso a lavar. Limpió el semen en las almohadas que también tuvo que llevar a la lavadora. Para cuándo regresó, Xingchen estaba vistiendose.

Su piel se encontraba roja en muchas partes, las muñecas estaban marcadas por el cinturón. Ni siquiera quería pensar en cómo se encontraban aquellos glúteos. Las piernas de Xingchen temblaban; una parte de él se sentía orgulloso por ello, la otra sólo tenía culpa. Pero era más orgullo. Lo había dejado en una terrible situación, pero había sido tan bueno que aún podía recordar la lucha de Xingchen para desatarse y jalarlo para besarlo.

–Buenos días ¿Puedes dejar de mirarme como si quisieras comerme?– soltó Xingchen como una broma.

–¿Te duele algo?– preguntó, aún cuando la respuesta era obvia.

–Sí, pero supongo que se me quitará en el día – estiró sus brazos aún desnudos – ¿Y a ti? ¿Dormiste bien?– Xue Yang solo asintió.

–Me duele la cintura, solo eso – contestó después de unos segundos.

–Si alguien me hubiese hecho caso, no nos dolería nada – argumentó Xingchen mientras se ponía un pantalón deportivo.

–Si no recuerdo mal, alguien me pidió que me viniera en su cara – tomó el muslo ahora cubierto. Xiao Xingchen podía pasar como un tomate rojo. El dolor en su cuerpo no había sido suficiente, quería más y lo quería más sucio y explícito, pero después de despertar no entendía como podía pedir eso.

Se sentía avergonzado. Afortunadamente lavó todo su rostro hasta tener la seguridad de no tener nada pegado, al igual que sus glúteos y piernas. Habían sido decorados con semen. No entendía porqué Xue Yang actuó así, tan desesperado por dejarle todo su esperma dentro de él, como si quisiera embarazarle de verdad.

–¿Y quién dijo que debías obedecer?– retó Xingchen sin perder el tono que tenía.

–Sus gemidos – se acercó a su rostro hasta el punto que un mínimo empuje les haría besarse – Gimió mi nombre tantas veces con una voz tan bonita que no me pude negar cuando me lo pidió – subió su mano izquierda hasta los labios semi hinchados para acariciarlos – y deberías de haber visto su rostro...– iba a continuar, pero:

ToxicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora