Nieve

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Sus bocas sabían lo necesitados que se encontraban, así que no querían separarse. Sus lenguas parecían estar en una batalla donde era urgente saber quién iba a ser el ganador. El par de manos viajaban por la piel del otro, queriendo tatuarla en su memoria.

Un jadeo emergió de los labios de Xingchen luego de que las manos ajenas sobaron sus pezones, con tranquilidad pero en un movimiento firme. Se alejó milímetros de la boca gloriosa, dejando caer un poco de la baba que estaban compartiendo. Xue Yang lo tomó como una invitación. Bajó al cuello para quedarse por un buen rato, como si fuese un vampiro que quería devorarlo.

Sus piernas seguían enredadas, sin moverse, sintiendo el cambio de temperatura, el cual aprovechó para burlarse.

–¿Tu temperatura volvió?– preguntó dejando de darle caricias.

El chico asintió sin darse cuenta de las intenciones bromistas del otro. Hasta que intentó sacar su pierna de las otras, pero lo detuvo.

–Dijimos que no haríamos nada – le recordó bromear aún, pero con voz seria que Xingchen se lo estaba creyendo.

–No me digas eso cuando estoy sintiendo como estás – con mover su muslo tocó el pene erecto e hinchado.

Xue Yang llevó su mano derecha al cabello para jalarlo y manejar el rostro como quisiera. La mueca de dolor de Xingchen se combinó con una mirada de placer y excitación que lo hicieron engrosarse aún más.

Lo jaló hacia enfrente, besándolo de nuevo, o casi; mordía sus labios, jalando el izquierdo hacia abajo, abriendo la piel a la vez que saboreaba la sangre brotante. Xingchen se sentía mejor que nunca. Su labio era chupado y succionado con fervor, la mano en su cabello acariciaba el cuero cabelludo para calmar el ardor que provocó.

Y solo lo estaba besando.

Gimió apretando los párpados ante esa sensación tan exquisita. Además, la otra mano sujetaba su cintura y cadera con presión, como si no quisiera dejarlo ir, lo cual provocó una fascinación aún mayor.  Cómo pudo se sujetó a la otra espalda, acariciando desde la nuca hasta la espalda baja, haciendo que la piel de Xue Yang se erizara como la suya.

Dejó que la rodilla de Xue Yang saliera, así tuvo la oportunidad de tirarse contra el colchón. Su chico no dejó de morderlo y besarlo. Tampoco soltó su cabello. Estaba seguro que terminaría adolorido por todas partes, pero amaba eso y más si era Xue Yang. Lo había vuelto loco, lo había vuelto un adicto a él.

No podía pensar más allá de lo que estaba sucediendo, ni sentir otra cosa más que exitación y cariño; porque aún cuando solo había caricias duras lo podía sentir, ese cariño tan raro entre ambos. ¿Habría sido mejor haberse acostado con él una sola vez? ¿O estar enamorado de él sería lo correcto? Con cada caricia y beso le hacía olvidar su cuestionamiento, ya que cada gemido le decía que hacía lo correcto.

Pronto, sus labios dejaron de ser mordisqueados, dejándole rastros de sangre y saliva. Los otros labios bajaron por todo su torso, dejando chupetes como de costumbre. Xingchen ya no podía quejarse, ni quería. Él hacia lo mismo, mordía a Xue Yang para recordarle lo que tenían, como si pudiera olvidarlo.

Cuando llegó a su vientre, tembló. Nunca le había dejado chupetones ahí, por lo que llevó sus manos a la cabeza que estaba escondida debajo de las sábanas. Abrió la boca pero no pudo emitir sonido alguno, cuando una lengua húmeda y con sabor a menta recorrió toda la extensión de su erección.

Levantó las piernas para que el otro se acomodara entre ellas. Solo sintió como una era puesta en el hombro de su chico, y con la otra él mismo la subió, sintiendo la mejor felación que le habían hecho en la vida. Aunque en realidad casi siempre las hacía él, no fue hasta que conoció a Xue Yang que pudo disfrutar de una.

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