Germinar

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Mentiría si decía que no sintió miedo. Lo tuvo. Creyó que Xingchen se iría después de verlo peleando. Y el silencio no ayudaba en nada; comenzó a morder inconscientemente su dedo gordo.

–Tú... – suspiró – ¿Estás bien? Me refiero a si no te duele nada – decidió ir por las ramas en lugar de hacer la pregunta.

–Xiao Xingchen, solo dilo – pidió.

–En verdad quiero saber si estás bien. Te ves extraño – puso un líquido rojo en el nudillo, provocando un ligero ardor. Después puso una bandita.

–¿Tú lo estás?

–Me preocupé por ti – contestó en voz baja – tenía miedo de que te hiciera algo. Perdón por la cachetada, no sabía cómo hacerte reaccionar – Xue Yang soltó una carcajada pequeña.

–Estoy bien, gracias por golpearme, no sabía esa técnica. Mi terapeuta solo me enseñó a meditar – comentó. Se quitó la lata del rostro y la abrió para beberla – te arruiné la noche, en verdad lo siento. Aunque tú también estás raro ¿Qué te pasa? – acarició su mejilla.

–Mi madre, eso. Quiere que vaya en invierno con ella, pero no quiero verla. Va a buscar la manera de convencerme para que me quede allá, después de que le diga que no va a decir que soy un promiscuo y como aquí hay más hombres pues tengo en dónde buscar; después se pondrá a llorar, y decir que no me crió así – suspiró. Dejó sacar todo lo que no había podido en una semana, porque Wei Ying estaba igual de ocupado que él. Abrió su propia lata y bebió.

–Yo tampoco quiero que vayas – le dijo – no me malinterpretes, quiero pasar las vacaciones contigo – tal vez los golpes le habían afectado demasiado para admitir el plan que tenía.

Cuando se dió cuenta de lo que dijo su cara se coloreó en rojo.

–Podemos fingir que no escuché eso, si así lo prefieres –la risa dulce se hizo presente, y Xue Yang asintió. La joven luna tomó su mano izquierda y miró hacia la calle. Ambos observaban la paz de la noche – ¿Puedo preguntar? – estaba tocando las cicatrices de la muñeca, por lo que entendió de qué hablaba.

–Lo que quieras, pregunta – por esa noche dejaría salir algunas cosas.

–¿Porqué tienes tantas?– era un interés real y no simple morbo, había preocupación en su voz.

–Las que tengo en la espalda y la que está debajo de mis costillas las recibí cuando estuve encerrado. Estas – señaló su otra mano derecha, teniendo similares a la otra – me las hice yo, después de que saliera. Fueron tiempos difíciles, fui a dar al psiquiatra por intento de suicidio – la mano de Xingchen se aferró más.

–Lo siento – su corazón se había suavizado aún más. Un sentido extraño de querer protegerlo se anidó junto al corazón. Quería volver el tiempo y evitar todo.

–No lo sientas, no fue tu culpa – acarició la mano de jade – por fortuna tenía a mi abuela y después de que mis papás quisieron darme en adopción ella me acogió. Gracias a ella sigo aquí.

–¿Y dónde están tus padres?

–No tengo la menor idea, tal vez por ahí teniendo más hijos y siendo felices – bebió un poco más – ¿Puedo preguntar también?– recibió un asentimiento – ¿Te sigo gustando?

–Sí, y mucho –habló con voz calmada, se recargó en su hombro – de aquí a la luna – miró al cielo estrellado.

–Pero si tú eres la luna– Xingchen se rió.

–¿Por?– sus mejillas estaban rojas – pero sí me sigues gustando, muchísimo, y no solo por tener sexo – admitió en voz baja.

La confesión era solo para él.
Xue Yang no supo que responder, se dejó abrazar. Sabía que no estaba enamorado, era demasiado rápido. Aún tenía ganas de huir, pero prefirió callar esa voz que le advertía que todo saldría mal.

ToxicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora