Labios rotos

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No supo en qué momento llegó hasta ese punto. Xingchen estaba abrazado a Xue Yang, rodeando sus brazos por el cuello, besándolo con sumo cuidado, enredando sus lenguas tranquilamente, disfrutando del placer.

Ambos desnudos, Xingchen conservando su pulsera, Xue Yang con las manos sujetadas por detrás de su espalda, amarradas con las cintas de algodón.

–¿Te gustó?– preguntó interesado, dejando el pequeño rastro de saliva entre ambas bocas.

–Todo de ti me gusta – comentó e intentó mover sus manos para quitar el nudo y poder acariciarlo – déjame tocarte – pidió por tercera vez.

–Es tu castigo por ignorarme dos semanas – murmuró antes de alejarse. Un poco de valentía le hizo decir eso. No sabía que estaba ocurriendo con él.

Se sentó frente a Xue Yang, recargandose en la cabecera de la cama. Abrió sus piernas sintiendo frío por toda la piel, en especial con su miembro caliente. El rostro se puso rojo al saber lo que estaba a punto de hacer, pero suspiró para tranquilizarse. Tomó su miembro, alzandolo lo suficiente para que su chico lo apreciara.

Xue Yang se relamió los labios. La escena, estar amarrado, ver la vergüenza en el rostro ajeno le hizo añorarlo aún más. Xingchen, consiente de que estaba siendo observado, comenzó a masturbarse de la misma forma que en el vídeo. Con dos dedos, el pulgar y el índice, rodeó la extensión debajo de la cabeza, para acariciar poco a poco. Mordió su labio, subió la mirada para deleitarse con la excitación contenida en los ojos de Yang, que lo miraba cómo si quisiera comerlo.

Bajó los ojos hasta el pene ajeno, que estaba endureciendo poco a poco. Él también lamió sus labios, movió su mano como si estuviera acariciando la otra erección, provocando sus propios gemidos.

Xue Yang lo observaba atento, sin querer perderse algún movimiento. Su carita detonaba placer, ruborizada, sudando poco. Sus labios estaban siendo mordidos, haciendo que cambiaran de color por uno más intenso, un color caramelo. Luego esos labios se abrieron para dejar salir los dulces sonidos placenteros. Extrañaba esa voz gimiendo, y más arrastrando su nombre en ella.

El pene de su luna, que era un tono más oscuro que el resto de su piel, se hinchó más, creciendo en tamaño. La mano de jade hacía bien su trabajo y se preguntó por unos segundos cuando había perfeccionado su técnica; tal vez ayudó en el proceso. Luego de unos minutos, siguió los dedos de la otra mano que bajaron hasta la entrada que abría y cerraba.

–Xue... Xue Yang – gimió al introducir un dedo en la entrada hambrienta.

–Xingchen, por favor – rogó moviéndose en la cama. No podía llamarle así, gemir su nombre con tantas ganas para dejarlo sin hacer nada.

–No... Te voy a desatar – contestó sin dejar de moverse. Encontró el punto dulce que siempre era golpeado por los dedos y miembro de Xue Yang, causando que cerrará los ojos para concentrarse en ese lugar tan bueno – ¡Ah! Más... – lo último salió como un susurro.

–Xingchen – su pene estaba duro, resaltando las venas, queriendo ser atendido. La escena le estaba poniendo peor, quería restregarse en él, quería acariciarlo, quería besarlo.

El mencionado aceleró sus movimientos, apretando los dientes y los músculos del cuello, dejando que las venas sobresalieran al igual que los huesos de las clavículas, para luego rendirse soltando todo el semen, junto con gemidos inentendibles. Sus dedos estaban llenos del líquido lechoso, pero se dejó caer en el colchón, deslizando su cuerpo por las almohadas.

Su pecho se movía como si hubiese corrido por una hora. En cuanto su orgasmo terminó, se dió cuenta de lo que había hecho, y cubrió sus ojos con un brazo, intentando ocultar su vergüenza al igual que rostro. Estaba cansado y avergonzado. Sus otros dedos salieron despacio de la entrada ya abierta.

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