Quiet

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Se quedaron mirándose, el uno al otro. Sentían sus respiraciones tan cerca. Ninguno, tal vez por orgullo, quería rendirse para besar al otro. Pero Xingchen lo hizo, porque su voluntad era casi nula.

Estrelló sus labios con los otros, sediento de contacto. Quería tenerlo, quería besarlo. Era tan dependiente de su cuerpo, de sus caricias, de la forma en que le hacía tener orgasmos; era un adicto, un loco. Cuando su cintura fue tocada para tenerlo más cerca, soltó un suspiro de satisfacción. Agradeció que el suelo estuviera semi inclinado, así podía subirse en Xue Yang sin mucho esfuerzo.

–¿En serio quieres arreglar esto así?– cuestionó Xue Yang. Ambos sabían a lo que se refería, esa discusión era algo importante.

Y la iban a tener, en otro momento, tal vez. Xingchen tenía ganas de olvidarse por un momento de todo, de olvidar que habían discutido, olvidar que su corazón se sentía herido por como lo había dejado. La ira que disminuyó, con la pregunta volvió a subir. Prefirió ignorar esa pregunta. Bajó hasta esos labios para seguir con los besos.

Quería que al menos ese viaje tuviera un buen recuerdo, algo bonito.

Enredó su lengua con la otra que estaba muy obediente, dejando que hiciera lo que le apeteciera. Sus labios comenzaron a arder por la fricción tal intensa que ninguno de los dos había percatado. Tal vez Xingchen estaba demasiado furioso y la única manera de sacarlo era haciendo eso.

No quería hacerle daño, no quería golpearlo aún cuando lo dejó hablando solo. Lo amaba, eso era lo peor. Prefirió pensar en la primera vez que se acostaron, lo tan desligado que estaba de él. Se sintió bien aquel día, simplemente disfrutando de que fuese llenado sin la consciencia de que estaba enamorado. Ojalá se hubiera quedado ahí.

Con la ira que tenía dentro, mordió el labio inferior de Xue Yang. No se detuvo hasta que sintió el sabor de la sangre en su lengua. Se alejó un poco, extrañado por su propia actitud. La sangre seguía entre sus labios y lengua, por lo que la tragó.

–Eso... Me dolió – acarició su labio que seguía sangrando – ¿De dónde salió tanto coraje, ah?– Xingchen, por capricho, se levantó quitando las manos de su cintura.

–Lo arruinaste– caminó hasta la pequeña tienda de campaña, sin cerrar. Estaba enojado, pero tampoco quería que durmiera afuera.

Fue perseguido por Xue Yang, quién se metió segundos después tomándolo por las piernas.

–¿Lo arruiné?– cuando terminó la pregunta, ya estaba adentro y a unos pocos centímetros de Xingchen.

–Sí, desde que me ignoraste– movió sus piernas, aprovechándose de que eran grandes.

Xue Yang manejó su culpa, convirtiéndola en fuerza para detener las piernas inquietas; se sentó en ellas y tomó el par de manos que intentaron golpearlo.

–¿Cómo puedo conseguir tu perdón?– sus labios se movieron demasiado cerca de los otros, a una distancia tan peligrosa para ambos.

El pecho de Xingchen se tranquilizó, ya que al verse atrapado intentó huir. El cabello le cubría parte de sus ojos, además de que los lentes se empañaron con la respiración de ambos, por lo que no notó el arrepentimiento sincero de Xue Yang. A decir verdad, el tono de voz decía mucho, pero quiso ignorarlo simplemente para hacer rogar a Xue Yang.

–Ya no tiene remedio – contestó con voz neutral.

Xue Yang estampó sus labios contra aquella deliciosa boca, intentando ignorar aquello. Para su sorpresa, su beso no fue correspondido. Se alejó para ver qué sucedía y se encontró con un rostro igual de neutral. Sostuvo el par de manos con una de las suyas, quitó los lentes de aquél rostro para ver los ojos reprimidos de placer. Se estaba conteniendo.

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