Cadena

1.1K 135 327
                                    

La facultad de Arquitectura y la universidad de Literatura estaban relativamente cerca; entre diez y cinco minutos te tomaba llegar de una hasta la otra.

En eso pensaba Zichen mientras se sentaba en una mesa de la cafetería. Era la primera vez que había ido en todo el tiempo que llevaba estudiando en la facultad. Pero ese día tenía hambre y sus clases de habían cancelado por una extraña razón.

Eligió una mesa que estaba al exterior, para tomar aire y pensar. Sus compañeros habían organizado una fiesta, un evento semi formal, ya que irían profesores y algunas personas importantes, entre comillas. A él le habían invitado, diciendo que podía llevar a alguien más, e instantáneamente pensó en su amigo. Pero él estaba casi ausente. Habían pasado dos días desde que regresó con el tobillo lastimado.

En esos dos días había estado demasiado callado, absorto, casi hipnotizado. Tenía que repetir sus preguntas dos o tres veces hasta que le prestara atención y eso no le estaba gustando.

Le había perdonado muy rápido y nunca le contó que había hecho cuando fue a dormir a casa de los Jiang. Usualmente le contaba todo después de una pelea, pero no en esta. Tal vez solo estaba paranoico.

Pidió un trozo de pastel y té para engañar a su estómago, así llegaría a casa y prepararía algo; era su semana para hacer la comida. La siguiente sería de Xingchen.

En lo que esperaba su pedido, vió llegar a dos jóvenes, uno tomado del brazo del otro. El más alto vestía totalmente de negro, mientras que el que iba tomado de su brazo, llevaba una vestimenta formal, como si trabajara en una oficina. Hacían un dúo extraño, entre lo pandillero y formal.

No les quiso prestar mucha atención o podrían mal interpretarlo. Sacó un cuaderno, tal vez debía avanzar en sus deberes mientras esperaba. Una risa le hizo salir de la concentración en la que estaba. Volteó para encontrarse con ese par de jóvenes peleando.

–Eres un idiota– el joven de vestimenta formal tomó el libro que estaba en la mesa y lo levantó en el aire intentando golpearle.

–Lo sé– detuvo el golpe con la mano derecha – pero así me amas – se burló sosteniendo el libro en el aire, ya que ninguno lo soltaba.

Song Lan podía ser un paranoico, a veces, demasiado arrogante, ermitaño, reservado y odiaba las multitudes; hasta era mal amigo y un mal mentiroso. Pero no era ciego, mucho menos un idiota.

La pulsera que colgaba de la mano de aquel tipo era en extremo parecida a la que él compartía con su amigo. Tenía el mismo pequeño colgante, era del mismo color. Pasó demasiados años con aquella cadena para no reconocerla.

Habían crecido juntos. A la edad de ocho años un sonriente Xiao Xingchen llegó corriendo a su casa, exigiendo con urgencia ver a su amigo. Él estaba en la sala, enfermo de quien sabe qué. La pequeña luna le extendió una caja de color negro, su color preferido. Al abrirla encontró una cadena plateada con una luna.

Su amigo levantó su muñeca y una cadena igual que la otra estaba enrrollada. Estaba envuelta dos veces porque sus muñecas eran delgadas para una cadena de aquel tamaño. No eran pulseras de la amistad, pero para ellos sí lo fueron. Prometieron estar juntos.

Pero ¿Porqué aquel chico llevaba una igual? ¿Era posible que otro persona tuviera la misma pulsera? Eso tendría sentido, o ¿Xingchen estaba saliendo con aquel tipo? Se asustó ante aquella idea.

Si no se equivocaba, aquel par que ya les habían llevado su orden eran pareja, novios o parecían tener una relación de ese tipo ¿Xingchen sabía eso? ¿Acaso le estaban utilizando?

–¿Se encuentra bien?– la chica mesera le miraba extrañada, hablar dejado su pastel y té en la mesa recientemente.

–Sí...– su voz tembló – ¿Me puede preparar un té verde para llevar? Y ¿Puedo cambiar de mesa?– al obtener una respuesta afirmativa, tomó su plato y taza para ir adentro.

ToxicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora