Irina
Dejé de escribir la fórmula química que estaba dictando la profesora cuando un trocito de papel calló sobre mis apuntes. La desdoblé y reconocí al instante la letra de Kaden, me quedé pasmada al leer lo que ponía: Haz que te castigue.
Química era una de las asignaturas que más me costaban y hacer que la profesora me castigase era una pésima idea teniendo en cuanta que era quien me corregía las exámenes. Además, no podía creerme que esta fuera su primera interacción conmigo después de casi tres semanas, más concretamente desde que mi padre nos descubrió en Grecia.
Pero lo echaba de menos, lo echaba muchísimo de menos. Y también necesitaba saber qué ocurrió cuando se quedó a solas con mi padre en la habitación del hotel. Así que, tras tomar una profunda bocanada de aire, me puse en pie de golpe. La señorita Jhonson se quedó en silencio y toda la clase se giró a verme, fue mi señal para empezar a hablar.
-Esto es una mierda. No me entero de nada.
-Señorita Collins, debería cuidar su vocab...
-Lo único que haces es dictar fórmulas. ¿Y encima esperas que nos enteremos de algo?
-No pienso repetirlo. Siéntese y cállese.
-Cállese usted.
****
Bueno, me habían castigado. Y no un castigo normal, sino que debía hacer una redacción sobre la importancia del respeto al personal docente y un examen que si no aprobaba significaría mi suspenso inmediato en la asignatura. Y todo eso en el mismo día. Hasta habían llamado a mis padres para decirles que no me dejarían marcharme hasta que completase el castigo.
Estaba claro que no iba a salir de allí hasta la noche. Quise echarme a llorar mientras caminaba por los pasillos casi desiertos hacia el despacho de la Srta. Jhonson. Toqué dos veces antes de entrar y nada más hacerlo me pidió que cerrara tras de mí, cuando volví a girarme la señorita había abierto su ventana y me observa impaciente.
-¿Qué...?
-Date prisa. Y recuérdale al señor Jhons que debes estar aquí antes de que anochezca.
Ni siquiera pude responderle, aunque mi sonrisa podía decirlo todo. Salí casi corriendo hacia la ventana y antes de dejarme caer le di las gracias con una alegría inconmensurable. Crucé el campo de fútbol y salté la valla, al otro lado divisé la moto de Kaden y a él sentado encima. Corrí llevada por la adrenalina y cuando llegué a su altura me tendió un caso, podía divisar su sonrisa y eso sólo ensanchó la mía.
Con premura me coloque el casco y me senté a su espalda, esta vez no necesite que arrancara para pegarme todo lo posible. Disfruté del trayecto, de la brisa moviendo mi pelo, de rodear a Kaden con los brazos y sentir de vez en cuando como cubría mis manos con la suya sobre su abdomen.
Comenzó a bajar la velocidad cuando entramos en un camino de piedras que daba hasta una gran mansión. Era increíble el contraste de paisajes entre el camino rodeado de grandes árboles que no dejaban entrever nada a la llanura verde donde estaba situada la mansión.
Mientras Kaden colocaba los cascos sobre la moto, yo me dediqué a observar la propiedad, era como si hubieran construido una casa en mitad de un prado, no había nada artificial alrededor.
-No sabía muy bien a donde ir para que tu familia no nos encontrara. Espero que aquí te sientas cómoda.
-Por supuesto que sí. Esto es precioso, Kaden. ¿Es tu casa?
-Era mi casa. Nos fuimos tras la muerte de nuestras madres.
Intentó disimular la el deje de tristeza en su voz al decir aquello, pero era casi imposible. No quería ni imaginar lo duro que sería que se muriese tu madre para que unos meses después lo hiciera tu tía.
ESTÁS LEYENDO
Las Reinas de la Mafia
Teen Fiction•LAS REINAS DE LA MAFIA: Orígenes de un despiadado amor Estas tres chicas contarán su historia, como pasaron de las fiestas y los juegos a las venganzas, el amor y los engaños. Una muerte las unirá de por vida y descubrirán la verdad que les fue arr...