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Un plan

Abro la puerta con manos temblorosas y ansiosas. Totalmente esperanzada en que todo esté en orden.

Y no veo nada fuera de lugar.

Nada parece haberse quemado, roto, o explotado, incluso hay silencio.

Como si el departamento estuviera vacío.

Y cuando caigo en cuenta de esa otra opción me entran ganas de desmayarme.

Mis pies se mueven tan rápidamente que casi se tropiezan entre sí, y cuando doy unos pasos escucho una risa agradable en mi habitación.

Mi habitación.

Entro de un salto y me encuentro con una escena muy peculiar y casi confusa.

La cama que dejé vacía al marcharme tiene al demonio encima. Y éste sólo lleva pantalones puestos.

Pero las cosas se ponen curiosas cuando noto mi televisión prendida.

Y no solo eso, se las ha arreglado para poner una película.

—Hmm... ¿hola? — me atrevo a hablar.

—Hola, Aradia, llegaste — al fin parece notarme.

—Sí, llegué — afirmo y me animo a entrar como si no fuese mi habitación en realidad.

Pongo mi mochila en el piso y me mantengo quieta por un momento.

Está mirando La gran estafa.

Así es.

De cualquier película de terror, asesinatos, o sangre que pudo haber elegido, prefirió ver estafadores robando un casino.

—¿Todo bien? — pregunto.

—Por supuesto.

—¿Estás cómodo? — interrogo sarcástica.

—No me quejo.

—Al menos no lo haces.

—Quiero salir — dice y mi tensión regresa.

—¿Salir? No, no, está prohibido.

—¿Piensas tenerme aquí encerrado de por vida?

—Así es, Aradia, ¿piensas hacerlo? — apoya Archer.

—Pues sí... ¿acaso quieres que esté fuera?

—¿Tú quieres que esté dentro?

—En realidad no quisiera que estuviera aquí, pero ya lo está, así que quiero que todo sea lo más seguro posible.

—¿Mantenerlo oculto en el departamento es seguro?

—Prácticamente lo es, si lo mantienes oculto nadie se hará preguntas de quién es, de dónde vino, por qué actúa diferente a los demás... qué se yo, la gente hace muchas preguntas.

—Pero tendríamos que ser más cautelosos, si alguien lo viese por error sería más peligroso, y por si lo olvidaste tu madre no estará fuera de aquí eternamente, ¿también vas a ocultárselo a ella? ¿Cómo vas a hacerlo? ¿Metiéndolo debajo de la cama?

—Yo preferiría estar dentro de ella — opina Belcebú y ambos le miramos serios.

—Si quieres conservar la oportunidad de dormir en una, cierra boca — sentencio.

—Aradia, no puedes tenerlo aquí recluso — insiste Archer.

—Tampoco podemos dejarlo salir como si no fuera un prófugo de la justicia.

Tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora