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Enemigos

La idea me pone el cuerpo tembloroso y afecta al ritmo de mi pobre corazón que no consigue detenerse por más que lo quiere.

—Yo no...

—No lo harás — me interrumpe —. Él no cumplió con nuestro acuerdo.

—¿Ah no? — inquiere el otro —. A mí me parece que sí, tal como lo dijo, el emisario nació como mortal, entre el mundo que deberá destruir.

—¿¡Es que eres idiota!? —
reprocha —. ¡¿No te das cuenta de quién fue su elegido?! ¿Acaso hizo un sorteo y mágicamente mi hermana desterrada y muerta salió ganadora? ¡No! Joder, ¡eligió a Aradia a propósito! ¿Sabes por qué? — avanza amenazante hasta encarar a su hermano —. Porque yo tengo que asesinar al emisario en cuanto cumpla su misión.

Si voy entendiendo bien, eso me deja en el papel de la víctima asesinada.

—Tú no... — comienza amenazante pero Lucifer le interrumpe:

—No voy a hacerlo. ¡Por eso mismo la eligió a ella! Él sabía que yo iba a rehusarme a asesinarla, sabía que de esa forma yo rompería con nuestro trato y así su puta raza de mortales seguiría con vida. Nos tendió una puta trampa.

Da la vuelta y comienza a caminar de un lado a otro mientras se lleva las manos a la cabeza.

—Es un maldito... — y no termina el insulto.

—No voy a darle lo que quiere — la voz de Lucifer suena tan fría que me aterra —. No voy a romper el trato. Pero vamos a jugar esta partida a mi manera.

Eso es aún peor.

—¿Qué estás planeando? — interroga Belcebú.

—¿Quiere que sus mortales vivan? Bien. ¿Cree que merecen una oportunidad? Hecho. Vivirán, pero habrá un nuevo orden aquí. Creí que el enemigo eran ellos, creí que lo necesario era acabar con ellos para traer la paz. Pero no, ellos no tienen la culpa. ¿Sabes por qué? Porque cuando él los creó lo hizo a su imagen y semejanza. ¿Sabes qué significa eso? — da la vuelta y vuelve a darnos la cara, pero me perturba ver su expresión casi satisfactoria y con una mínima sonrisa de lado —. Que los mortales sólo son el reflejo de Dios. Él es el egoísta, el tirano.

—¿Y qué se supone que planeas hacer para no dejarlo ganar si vas a dejar que los humanos vivan?

—Acabaremos con el problema de raíz — explica —. Sí, con Dios.

A mí me entran unas ganas de desmayarme que casi lo consigo.

—¿Estás loco? — discute —. Peleé contigo y para ti en una rebelión. Pero ya basta, no voy a hacerlo otra vez. ¿No te ha bastado con todo esto? No me arrepiento de haberlo hecho. Pero al menos no estoy dispuesto a repetirlo cuando sé que el fin es el mismo. Incluso peor.

—Eso es mentira — asegura.

—¿Cómo piensas ganar algo que ya perdimos una vez? — riñe Belcebú dándole un golpe en el pecho al otro —. ¡Dime cuál es el factor sorpresa que va a darnos una puta victoria inalcanzable!

—Ella — me señala y quisiera tener un espejo para mirarme a mi misma atónita.

—No estoy para bromas...

—Escúchame — ordena rodeando al castaño de la nuca y acercando su rostro al suyo tanto como para besarse con un poco más de inclinación —. Tu nueva novia está marcada. Podemos aceptarlo y usarlo a nuestro favor, o dejarlo pasar y mandar a la mierda la única y última posibilidad. Ella morirá para siempre en algunos años y la vida que llevamos ahora la llevaremos por el resto de la puta eternidad.

Tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora