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El nuevo

La clase del profesor Benzon por motivos desconocidos me está siendo terriblemente aburrida, y por más que lo deseo no consigo poner atención a lo que explica por muy sencillo que sea.

Pero mi mente simplemente está en otro universo.

Dado que no me gusta sentarme en una clase y no hacer nada, decido abrir mi libreta y escribir en ella lo que está en el pizarrón, pues aunque no lo ha pedido sé que en cuanto el hombre deje de hablar ordenará copiar sus apuntes.

Escribo rápidamente mientras su voz suena de fondo, y conforme lo hago comienzo a comprender un poco el tema del que habla.

Termino de anotar y doy la vuelta al cuaderno para dejar una hoja blanca y limpia lista por si la necesito.

Pero no está en blanco, no en su totalidad:

"Mira la siguiente hoja".

Hago lo que dice el recado y veo otro escrito.

"Sorpresa".

¿Qué?

Mientras intento asimilar el mensaje la puerta del salón se abre y el profesor se calla.

—Pasa — pide tras examinar un momento a la persona que ha irrumpido.

Mis niveles de azúcar y presión se van al suelo cuando mis ojos reconocen al individuo.

Belcebú está aquí, ¡aquí! ¡En mi universidad! ¡Frente a todo el puto mundo! Y eso no es ni la mitad del problema. Trae en una mano un recibo rosa, esas son las peores noticias de mi miserable vida.

Un recibo rosa.

Rosa.

Y ya comienzo a escuchar los cuchicheos que ese color de recibo traen consigo siempre.

Un alumno nuevo.

El profesor observa el papel rosado y lee rápidamente lo que dice.

—Bien, pasa por favor — pide una vez que se asegura de que está en el salón y clase correcto y le da una palmada en el hombro.

El chico voltea hacia nosotros y no tarda ni un segundo en ubicar mi punto y venir hasta aquí.

Tiene las miradas encima.

Casi escucho el corazón atolondrado de la parte femenina del grupo y logro oír los elogios a la belleza del tipo.

—¿Puedo sentarme? — pregunta señalando la silla vacía de mi lado como si de verdad no nos conociéramos.

Sin ganas quito mi mochila del lugar y dejo que se siente, mientras ahora por su culpa mi maldita mesa es el lugar más observando de la jodida universidad.

—Bien, todos atención, vamos a continuar con la clase — informa el profesor luego de ir y hacer algo en una de sus listas.

—Te has puesto tan blanca como la pared — observa en voz baja —, casi ni te encuentro.

Y aunque comienza a reírse yo me quedo seria.

—¿Qué mierda haces aquí? — cuestiono tan inmóvil como puedo —, ¿qué puta parte de esconderte no te quedó clara?

—Sé esconderme, lo he hecho antes, y puedo asegurarte que esconderte siempre trae más problemas que no hacerlo.

—¿Y tenías que venir y mostrarte ante todo el mundo? ¿No podías siquiera ser un poco más discreto?

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