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Visitantes

A pesar de haberle puesto seguro a la puerta no he podido bañarme del todo tranquila, pues aún recuerdo la amenaza de esta mañana de Belcebú sobre poder quitarle el seguro si así lo desea.

Sin embargo, ya llevo casi media hora adentro sin intervenciones por su parte, y comienzo a creer que conseguiré acabar mi baño sin ellas.

Me enjuago el cabello rápidamente y cierro el grifo del agua.

Sigo sin estar convencida de ir a la estúpida fiesta de Zarah, pero tanto Belcebú como Archer me han presionado lo suficiente como para verme obligada a asistir.

Corro la cortina del baño y estiro la mano para tomar mi toalla.

Pero no está.

Me asomo con la esperanza de verla tirada en el piso, sin embargo no hay nada.

—Maldita sea — musito al recordar que aunque quiero culpar al demonio de esto, he sido yo la que ha olvidado la toalla afuera.

Bien, no pasa nada.

Si llamo a Belcebú para que amablemente la traiga aquí, seguro va a salir con sus bromitas de esperarme afuera para dármela, y estoy segura que para eso pondrá de excusa que la puerta tiene seguro.

Tras un segundo de pensar en mis posibilidades, tomo la única y diminuta toalla blanca que está colgada en el porta toallas.

Bien, tampoco es tan pequeña, tiene un tamaño considerablemente grande para ser toalla de manos, pero es una servilleta para cercarme el cuerpo.

Hago maravillas con ella, intento exprimir mi cabello lo más posible para que no me moje más y consigo secarme el cuerpo completo, pero la tela no es suficiente para cubrirme y poder llegar a la habitación segura.

Maldita sea, segunda misión imposible de la semana.

Salgo de la regadera y llego hasta la puerta, abro en silencio y muy lentamente.

Asomo únicamente la cabeza para asegurarme que el demonio no esté cerca y no escucho ni un solo ruido.

Quizá esté viendo qué encuentra en su teléfono y esta es la oportunidad perfecta para salir corriendo a mi habitación.

Apago la luz del baño, abro lentamente y comienzo a salir.

La puerta de enfrente está entreabierta, pero no lo suficiente como para ser vista al pasar.

Comienzo a dar los primeros pasos en dirección a mi pieza, pero cuando voy pasando por dicha habitación percibo una sombra dentro.

Eso me da el empuje necesario para volar a mi alcoba.

Doy pasos cortos y rápidos para no hacer ruido, y en cuanto estoy en mi recámara cierro la puerta y pego la espalda a ella mientras intento relajarme.

Pero las cosas son mucho peores de como pude haberlas contemplado.

Belcebú está aquí.

Y no está solo.

Y aunque en estos casos desearía que el otro tipo fuera Archer, no es así, es un total desconocido de ojos verdes.

Ambos me miran, y yo no sé qué parte de mi cuerpo cubrir primero, aunque agradezco que mi cabello negro sea tan largo como para cubrirme los pechos y mis manos puedan irse a mi vientre.

—¿¡Qué están haciendo aquí!? — chillo al borde de la histeria. Pero ninguno de los dos chicos parece sorprendido, incómodo, o preocupado. Se ven tan tranquilos como si no estuviera presente.

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