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Negro y rojo

Confieso que ahora mientras esperamos esto ya no me parece una excelente idea.

—¿Qué está pasando? — pregunta Belial sin moverse, pero yo estoy aferrada a su espalda mientras el vacío permanece oscuro bajo nosotros.

—El ejército ha montado una guardia frente al palacio — responde Lilith a nuestro lado mientras se asoma por el borde del abismo para mirar —. No hay movimiento.

—Si tus hermanos no se apresuran voy a quedarme sin brazos — Astaroth está a nuestro otro lado, colgando de un par de cuchillos enterrados en la pared del abismo.

—Estoy cargando un peso doble, créeme, si mis brazos resisten los tuyos también — responde Belial.

—Además, si ya aguantaste una caída de aquí, seguro soportas otra — piensa Lilith.

—No, no, a mí no me tiraron de aquí — niega —. Eso solo es para los despiadados. Yo salí por mi propio pie de aquí.

—Que suerte, aún no sabes lo que se siente convertirte en polvo — piensa el castaño que me sostiene.

—Ha salido — la voz de Lilith suena trémula y se esconde de nuevo, noto en su expresión un poco de miedo e instintivamente me aterro también.

Belial suelta uno de los cuchillos con los que nos sostiene, y la inestabilidad de su cuerpo me pone los nervios de punta.

Sin embargo posa la mano sobre la de Lilith, llamando su atención y brindándole confianza.

—El miedo alimenta a los tiranos, el odio los destruye — pronuncia.

Ella asiente, y tras un par de segundos recobra la seguridad.

Veo que vuelve a asomarse por el borde.

—¿Cómo va todo? — cuestiona Belial.

—Belcebú tiene una navaja en el cuello... no sé si eso sea bueno, malo o normal.

—¿De quién?

—Hmm... Uriel.

—Entonces es normal, estará bien.

—Espera... creo que es Miguel.

—¡¿Bromeas?! No puedes solo decirme dos nombres diferentes y esperar que adivine si estamos en problemas — se queja el demonio.

—Tengo más años sin ver a estos bastardos de los que tú llevas sin pisar Edén.

—¿Que ocurre ahora? — pregunta.

Lilith vuelve a asomarse una vez más, y observa todo con atención.

—Sí, era Uriel — confirma al fin —. Y ahora Uriel tiene la nariz rota.

Oigo varias risas por ello, y cuando imagino al responsable del hueso roto sonrió.

—¿Puño? — cuestiona Astaroth.

—Hmm, quizá, pero el de Lucifer — repone Belial.

—Fue con la cabeza — opino yo.

—Muy bien, las apuestas están hechas — dice el primero.

—¿Ya hay más huesos rotos? — pregunta a Lilith.

—No, Lucifer está hablando con él — informa —. Parece pensar las cosas... y ahora Miguel discute. Gabriel ha entrado a la discusión también... — intento hacerme una imagen mental de lo que ella narra —. Oh... Rafael llegó.

Tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora