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Tu demonio

Confieso que ir y espiar conversaciones ajenas no es muy mi estilo, pero en estos momentos mis códigos y respeto no están presentes.

Estoy escondida junto con Lucifer. No sé dónde me encuentro, pero al parecer no hemos salido del infierno.

Me asomo ligeramente por un costado del escondite, y en la escena aparece Belcebú y Malak.

Debo confesar que es hermosa, más de lo que cualquier otra mujer que haya visto antes.

Es delgada, alta, con piernas largas, un bonito cuerpo, cabello rojizo largo, piel blanca. Su rostro es perfecto, con facciones delicadas y casi mágicas.

Pero ni su belleza es suficiente para recibir buenos tratos por parte del demonio que va jalándola de un brazo por más que lucha para liberarse. Incluso puedo decir que su lucha solo provoca más violencia por parte del chico.

Y me es molesto.

Ganas para ir y obligarlo a soltarla no me hacen falta, de hecho me sobran. Pero al ser una simple espia tengo que aguantarme y quedarme donde estoy.

—¡Suéltame! — ordena dando un tirón fuerte a su brazo, y él al fin accede —. ¡¿Qué te estás creyendo?! Cuando mi padre se entere...

—¡Calla! — ordena interrumpiéndole —. Tu padre. Tu padre, ¡siempre ocupas a tu padre de excusa y de comodín para hacer tu puta voluntad!

—Eso es cierto — susurra Lucifer a mi lado —. No te dejes engañar por ella, no es la víctima que parece.

—¿Cómo te atreves a hablarme así? — las palabras de Lucifer parecen ciertas cuando noto que la actitud testaruda de la chica cambia radicalmente por algo más victimizado.

—Ahí vamos de nuevo.

—Jamás te he tratado de mala manera — dice y se echa a llorar —. Nunca he provocado que tengas malos tratos hacia mí, yo solo te he querido...

—¡Ay, ya basta! — vuelve a gritar aún más irritado —. Hazme un puto favor y deja de actuar, no sé con quién crees que estás hablando, pero no soy ninguno de tus putos sirvientes ni el idiota de tu padre para creerme tus escenas y berrinches. Compórtate como un adulto.

Se limpia la lagrimas rápidamente al darse cuenta que no le han servido como quería.

—¿Qué te pasa? ¿A qué se deben tus comportamientos tan malditos? — interroga.

—Quiero romper nuestro compromiso — suelta, y la más sorprendida soy yo.

¿Compromiso? ¿Está comprometido?

—¡Estás loco! — apunta horrorizada —. Tú no vas a terminar con nuestro compromiso, si crees que voy a permitirlo...

—¿Qué vas a hacer para evitarlo?

—Lo que tenga que hacer.

—Que coincidencia, yo también soy capaz de cualquier cosa para acabar con el — eso es una amenaza.

Malak se echa a correr al instante, sin embargo recorre pocos pasos antes de ser apresada por el demonio.

—No nos compliques esto, acepta la ruptura y todo quedará bien.

—¡No!

—¡Hazlo! — ordena colérico —. La única razón por la que me comprometí contigo fue porque Lucifer se negó a hacerlo y teníamos que pagarle el favor que nos hizo a tu padre. Yo no me quiero casar, no contigo. Jamás me has gustado, jamás me has parecido bella. Siento asco cada vez que te tengo cerca — al fin la suelta, y ella se deja caer al piso mientras veo que ha comenzado a llorar, y esta vez parece un llanto genuino.

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