24

733 130 37
                                    

Dulce venganza

Luego de un largo trayecto de más de media hora, al fin apaga el auto en un lugar que no es de mi agrado.

Estamos bastante alejados de la civilización, ya es de noche y aunque no tengo motivos para dudar de Belcebú o creer que puede hacerme daño, no puedo entender la razón por la que me ha traído aquí.

Baja primero del auto, y aunque no quiero hacerlo me veo obligada a bajar también.

Cierro la puerta intentando no hacer ruido y me mantengo cerca del carro por un momento.

—¿Qué hacemos aquí? — cuestiono.

—Sígueme.

—Siendo honesta no deseo seguirte — confieso.

—De todas las veces en las que he podido hacerte daño, ¿cuándo lo he hecho? — y con esas palabras me ata de manos para negarme.

Camino y no es hasta que llego a su lado cuando comienza a caminar, entrelaza nuestros brazos y andamos a la par hacia una dirección que desconozco a donde nos lleve.

—Me siento nerviosa — confieso.

—Lo sé — acepta —. Pero no tienes porqué.

—¿Seguro?

—Sí.

—¿Algún adelanto útil que quieras darme?

—¿Alguna vez has tomado una terapia? — interroga. Pero no entiendo el motivo de ello.

—Sí...

—A veces es necesario hacer cosas un poco fuera de lugar para poder superar un tema o sanar una herida.

—¿Esto a que viene?

El chico señala hacia el frente con una mano, y noto que a pocos metros hay una entrada a lo que parece una bodega.

Me detengo y ese miedo del inicio pone en duda lo que estoy haciendo.

—¿Por que me trajiste aquí? — insisto.

—Entra y descúbrelo.

—No pienso hacerlo sin saber lo que hay dentro — sentencio.

—¿Tienes miedo?

—Sí — afirmo sin duda.

—Pues yo quiero matar esa emoción de tu ser. Entra y descubre lo que hay.

—No... — titubeo e intento retroceder un paso, mismo que el chico me hace recuperar jalándome del brazo.

—¿Te digo algo? La noche que me encontraste corrías mucho más peligro que ahora, pero ni siquiera pareció importarte porque le diste la oportunidad a tu valentía de tomar el control. Está claro que no permitiría que tu vida peligrara bajo ninguna circunstancia, así que entra ahí y deja de tenerle miedo a todo.

Nuevamente me deja sin argumentos para contradecirlo, y me suelto de su brazo antes de avanzar a la puerta.

Mi corazón late más rápido y siento que se me hiela la sangre por la incógnita de lo que encontraré cuando abra.

Pero Belcebú está detrás de mí, y como es su costumbre me da esa confianza necesaria para hacer lo que debo.

Abro con lentitud, esperando algún ruido, golpe, o cualquier acción en mi contra, pero no pasa nada.

Termino de empujar la puerta de metal y miro dentro.

Hay iluminación y el almacén está vacío.

Tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora