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El club

Bajamos del taxi con prisas, pues están dando nueve veinte y al parecer nos gusta ser puntuales.

Archer ha traído a Daisy con nosotros, es una niña demasiado linda para ser real. Tiene voz dulce, es delicada, amable, y muy divertida. Justo lo que Arch necesita.

Viene vestida con un vestido rosa claro floreado, se ha dejado el cabello claro suelto y apenas tiene un poco de maquillaje en el rostro.

—¿Quién tiene la tarjeta? — investigo mientras atravesamos la acera hacia el club donde hay una larga fila para entrar.

—Yo — informa Belcebú y toma la delantera junto conmigo.

Nos acercamos a la entrada tomados de la mano y extiende el pequeño rectángulo blanco hacia uno de los cadeneros mal encarados. El tipo apenas y desvía la mirada, pero al notar la tarjeta se la quita de la mano al demonio, y tras examinar un par de segundos quita la cadena y nos deja pasar.

Me aseguro de que Archer no se quede atrás y subimos las escaleras hacia las puertas. Una de ellas es abierta por otro guardia y nos deja entrar.

La temperatura del lugar es diferente, aunque también hace calor no hay humedad como afuera, todo está a oscuras y las únicas iluminaciones son las de la barra y las luces que se mueven al ritmo de la música.

Mientras bajamos intento ubicar algún rostro conocido, pero las pocas personas a las que consigo ver no me parecen familiares.

Belcebú me escolta una vez que la gente nos rodea, no me suelta la mano y nos lleva hasta la barra.

Me siento en uno de los lugares vacíos y él se pone junto a mí, se inclina hacia el chico del otro lado e intercambian cortas palabras.

—¿Ya sabes pedir tragos? — pregunto.

—No es la primera vez que estoy en un sitio de estos — explica —. Además, tampoco es tan difícil.

Bueno, no me sorprende escuchar eso.

El tipo regresa y pone dos bebidas iguales frente a nosotros.

—No bebo — informo mientras Belcebú ya tiene el vaso en una mano.

—¿Aradia no bebe? ¿O la fachada inventada que usas no lo hace?

Bueno, quizá ninguna de las dos lo haga.

—No acostumbro hacerlo — digo —. Solo cuando una de las prácticas de la facultad lo amerita, o la última fiesta a la que me obligaron a ir.

—Siempre hay una primera vez — recuerda y bebe todo el líquido de una sola intención.

De acuerdo, no debe ser tan difícil, ¿qué puede pasar? Es solo un trago.

Tomo el vaso con manos nerviosas y lo acerco a mi boca, el olor fuerte me pica la nariz y casi me dan ganas de estornudar por eso.

Si eso hace el olor ya no quiero investigar lo que hará el sabor.

—Vamos, Ari, no vas a quedarte sin lengua — bromea mientras ya le están sirviendo otro.

Puedo hacerlo... puedo hacerlo...

Sin más espera doy un largo sorbo, y lo trago antes de que el sabor fuerte me haga escupirlo.

El líquido me quema la garganta y me quedo con los ojos bien cerrados un largo momento.

—¿Y? — pregunta.

—Joder, ¿quién en su sano juicio toma eso? — me quejo mirando de nuevo.

—Tú — responde poniendo el siguiente trago frente a mí y se termina el sobrante del primero que dejé.

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