11

927 140 45
                                    

La salida

—¡Buenos días! — doy un brinco en la cama y en cuanto aterrizo de nuevo en ella ya estoy matando al demonio con la mirada.

—Recuérdame de nuevo por qué te salvé la vida — pido cerrando los ojos con fuerza intentando calmarme.

—Tengo muchas respuestas para eso — asegura —, la primera es que te encanta poner tu miserable vida en peligro, y la segunda es que no pudiste resistir tenerme en tu casa en cuanto me viste.

—Lárgate de una vez — ordeno molesta.

—Podría quedarme.

—Dije que te largues, no lo puse a tu consideración.

—¿Por que quieres que me vaya?

—Porque tengo que cambiarme y no quiero que me mires desnuda.

—Pero si ya lo he hecho — discute con gracia.

—No, no lo has hecho ni lo harás, ahora largo.

—Yo no te echaría.

—¿Y a mí que me importa? Tú serías capaz de bajar al jardín desnudo.

—Lo sería.

—No me extraña.

—Ya te he visto antes.

—Solo me has mirado el culo, y eso por maldito tramposo.

—Ahí lo tienes, te he visto el trasero y tú ya conoces mi...

—Calla — ordeno antes de que termine la oración —, no lo digas, por primera vez desde que te conozco no lo digas, ya entendí.

—¿Decir qué?

—Lo que ibas a decir.

—¿Qué cosa?

—¿Que ibas a decir? Esa palabra que tanto te gusta decir sobre lo que llevas entre las piernas.

—¡Ah!

—¡Aah! — ambos actuamos como si ya nos estuviéramos entendiendo.

—Verga — y ahí está otra vez.

—Sí, eso mismo, gracias por no decirlo como te lo había pedido.

—De nada.

—¡Estoy siendo sarcástica!

—Y yo caballeroso.

—¿Qué? — cuestiono —, ¿estás siendo qué?

—Caballeroso.

—No digas estupideces, eso no es ser caballeroso, con qué clase de mujeres te has juntado para creer que tus actitudes infantiles y burlescas son caballerosidad.

—Bueno, ¿por qué no me explicas como serlo entonces? — pide sentándose en la cama.

—Dije que te largaras. No pienso salir de la cama hasta que no te vayas.

—Está bien, te veré afuera.

El chico sale de la habitación y cierra la puerta tras de sí, pero me quedo dudando un poco. Sé que el demonio es capaz de abrir la puerta esporádicamente mientras para mi mala fortuna esté desnuda.

Voy hasta ahí y pongo el seguro para no sufrir de futuras vergüenzas.

—Puedo quitarle el seguro si quiero — informa al otro lado y me asusto por ello.

—Mantén tu distancia de este lugar.

Me alejo nuevamente de la puerta y prendo la luz antes de ir al armario a buscar ropa para ponerme.

Tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora