9

867 143 41
                                    

Una broma

He recogido mi cabello mojado con una pinza, y el resto de mi cuerpo se ha comenzado a secar.

Pero aún no tengo valor para salir.

La parte divertida y afortunada de esto es que Belcebú me ha dejado la chaqueta en el baño, pues seguramente no la vio ya que cuando salí la encontré en el piso.

Me pongo la sudadera y tengo que controlar la mala sensación que provoca el tacto de la tela con mi piel húmeda.

Bajo la prenda y tiro de ella para que me cubra lo más posible de las piernas.

Pero no cubre tanto como quisiera.

Doy un último respiro y abro la puerta lentamente.

Las dos opciones que tengo son: correr por mi vida hasta estar en el resguardo de mi habitación. O: ir y enfrentar al demonio para que deje de jugar conmigo.

Salgo muy lentamente y miro todo alrededor.

La puerta que está frente a mí permanece entreabierta y escucho el televisor prendido, así que tomo la primera opción planeada y salgo como bala a mi habitación.

La ropa y mi toalla la recuperaré después.

Doy un portazo, pongo el seguro a la puerta en cuanto estoy dentro y me quedo sosteniéndola un largo momento.

—Lindo culo — y su voz jamás me había provocado tanto miedo.

Doy la vuelta abruptamente y suelto un grito cuando lo veo tirado en mi cama.

—¡Qué mierda estás haciendo aquí! — chillo.

—Sabía que no irías a buscarme, así que preferí venir y esperarte aquí.

—Maldita sea, Belcebú, tienes que dejar de acosarme.

—No estoy acosándote — niega muy descarado.

—¡Sí estás acosándome!

—No, no estoy haciéndolo.

—¿Entonces qué haces?

—Cortejándote.

Y no sé si echarme a reír o a llorar.

—¡Estas loco!

—Sí, lo estoy — acepta muy divertido.

—¡Eso no es cortejar!

—Solo bromeaba, no estoy cortejándote.

—Largo.

El tipo se pone de pie y camina hacia donde estoy, provocándome algo de miedo de lo que pueda hacerme.

—Tienes un lindo trasero — susurra cercándose a mi oído.

Me hierve la sangre al escuchar sus palabras y sin pensarlo dos veces le suelto un gancho al hígado con todas mis fuerzas.

Pero aplicar tanta fuerza fue mi peor idea en el día.

—¡Au! ¡Au! ¡Au!

—¿Qué hiciste, Pecado? — cuestiona él acercándose de nuevo mientras yo me siento en la cama.

—Lárgate de una vez, acabo de romperme la mano contigo — me quejo amargamente mientras el dolor se apodera de mi antebrazo.

—Déjame ver — pide tras reírse de mi desgracia provocada por mí misma.

—Largo, no necesito de tu ayuda.

—Vamos, Pecado, déjame ver — insiste y mira a la fuerza.

Tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora