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Trampa para un nefilim.

Belcebú está comportándose ciertamente hermético conmigo.

Sus hermanos se han marchado desde hace un par de horas y nos hemos quedado solos.

Tal parece que está molesto conmigo y eso me hace sentir incómoda.

Me pongo de pie y decido acercarme a él. Está sentado en una silla alta recargado en la barra de la cocina.

Pongo una mano sobre su espalda y termino de acercarme a él.

—Monstruo — pronuncio bajo en busca de señales de enojo.

—Pecado — nombra sin despegar la mirada del teléfono.

No sé qué decir ahora, su actitud natural del momento no me deja saber si es una buena idea intentar interactuar o mejor marcharme a mi apartamento.

Me atrevo a curiosear desde mi punto en la pantalla del móvil que sostiene, y noto que está mirado fotos mías.

—¿Miras mis fotos para no hablarme ni extrañarme? — cuestiono.

—Solo pienso.

—¿En qué piensas?

—Intento buscar formas para evitar que tengas que ponerte en riesgo — explica.

—No estaré en riesgo lo prometo.

—No lo sabes, Pecado, al parecer nunca sabes cuando estás en peligro o no.

—Caín ha tenido muchas oportunidades para hacerme cualquier cosa que desee. Si no lo ha hecho no tengo dudas de que no lo hará ahora.

—Yo no me fio de él

—De él no, pero tendrás que fiarte de mí.

—Confió en ti — acepta —. Pero no confío en tu don para permanecer a salvo.

—Por eso mismo vas a estar aquí esperándome para ponerme a salvo — recuerdo buscando sus ojos.

—Tengo... tengo miedo — confiesa muy a mí sorpresa.

—¿Miedo?

—Lo sé, se escucha absurdo — piensa sonriendo —. Es extraño, no puedo llamarlo miedo, pero tampoco de otra manera. Me aterra imaginar que puedo perderte.

Mis brazos no soportan más tiempo y lo rodean con cariño. El chico no me repele y corresponde el abrazo con más fuerza que yo.

—Todo va a salir bien — prometo.

—Tenderle una trampa a un nefilim no es fácil — explica —. Al menos no es fácil que uno caiga en ella.

—No pensemos en eso, lo mejor será confiar en nuestras habilidades.

—¿Confías en mí?

—Estoy poniendo mi vida en tus manos, claro que confío en ti.

Me animo a besarle y baja de la silla, me pone entre la barra y su cuerpo sin soltarme. Pareciera que lo único necesario para aplacar nuestra tensión es tener un contacto físico de este tipo.

—¿Podemos terminar lo de esta mañana? — pregunta seductor.

—Vamos, Monstruo, apenas acepto volver contigo, ¿y lo único en lo que piensas es en follarme?

—No — niega divertido —. Pero creí que sería una buena manera de perder el tiempo y distraernos de lo que tenemos por hacer en la noche.

La noche.

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