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Noche oscura

Conforme nos acercamos a la residencia mi pobre corazón se acelera y da vuelcos mientras mi cabeza advierte la pronta llegada.

Mi conocimiento del plan termina en cuanto baje de la moto.

Y para eso me queda menos de un minuto.

La noche es fría, el asfalto permanece húmedo y en el nuboso cielo hay algunos destellos púrpura provocados por relámpagos que avecinan otra tormenta.

Damos vuelta en el retorno y llegamos.

La calle luce más solitaria de lo normal, incluso siendo un viernes por la noche.

Por si fuera poco, con una mirada rápida me doy cuenta de que la presencia policiaca ha disminuido rotundamente, y ahora solo hay dos patrullas a no menos de diez metros de donde me encuentro.

Aunque nos hemos detenido el motor de la moto sigue prendido, el chico frente a mí está quieto con la vista al frente y me pone tensa percibir que algo anda mal.

Apenas comienzo a cuestionarme si debo hablar avanzamos.

Acelera lo suficiente para entrar al aparcamiento de visitas y eso me aterra.

Agradezco que el casco me cubra el rostro, pues mi respiración no se escucha fuera mientras intento mantenerla relajada.

Vuelve a detenerse, esta vez el motor es apagado y el faro de la motocicleta se apaga al instante. Dejando el sitio a oscuras y a mí temblando.

El chico se quita el casco y tardo unos segundos más en hacerlo igual.

—¿Caín? — nombro confundida ante su extraño comportamiento. Pero no me responde.

Al no saber si eso es bueno o no, decido bajar de la moto, pues en caso de que no lo sea tendré más posibilidades de huir estando de pie.

Espero unos segundos más, pero él sigue igual, inerte y bloqueado.

Me atrevo a buscar su rostro con la mirada, la poca iluminación que consigue llegar hasta nuestro punto me deja ver un rostro inexpresivo y sombrío. Podría describirlo como un estado de shock.

Las pupilas del chico permanecen dilatadas, no ha parpadeado, y aunque puede que sea debido a la falta de luz nunca había visto sus ojos tan oscurecidos.

Es posible que para este momento debiera estar corriendo a casa, sin embargo no puedo dejar de estudiar el rostro de Caín.

Incluso me preocupa.

Me tomo los últimos segundos de observaciones antes de marcharme. Ambas pupilas se expanden de golpe, y creo que consiguen ocultar el azul de sus ojos por un instante.

La respiración del chico desvaría agitada y parece volver a la realidad.

Me mira aún desconcertado, luego se toca la cabeza como cuando sientes dolor.

—Él se metió... — comienza.

—A tu cabeza — alguien más termina la oración, y cuando miro ahí lo tengo.

Belcebú está aquí, despreocupado, relajado y muy seguro.

Al parecer la fortaleza de Caín ha sido vulnerada y no sabe cómo reaccionar.

Baja de la moto y yo me alejo de él antes de que pueda usarme como su víctima.

—Jamás lo dije, pero siempre pensé que te atraparía en algún momento — continúa el demonio.

—¿Atraparme? — interroga y veo el momento exacto en el que recobra la cordura.

—Eso mismo.

—¿Y en qué cosa crees que me atrapaste? — pregunta cruzándose del brazos.

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