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Fiesta de monstruos

He conseguido huir de los demonios a tiempo antes de ser linchada por ellos.

Bueno, quizá no me harían daño, pero las pláticas que seguro quieren tener conmigo serán mucho peor que eso.

—¿Pero qué hiciste? — reprocha Archer desesperado.

—¿Decir la verdad?

—¿La verdad? Dijiste que no estabas enamorada de Belcebú frente a sus dos hermanos, ¿eso es decir la verdad?

—Por supuesto que lo es, no estoy enamorada de él.

—Por supuesto, y yo magicamente tengo ganas de entrar a la casa del terror otra vez — el recuerdo del episodio sombrío que tuve ahí adentro me deja helada un segundo.

—Archer...

—No me mientras, Ari, no a mí. Soy tu mejor amigo, te conozco desde que tenemos dos años. Sé cuando mientes, cuando dices la verdad, y por supuesto que sé cuando estás enamorada de alguien.

—Jamás había estado enamorada de nadie.

—¡Lo has dicho! — apunta.

—¿Qué? Espera, ¡no!

—Ah, sí, claro que sí. Lo dijiste. "Jamás había estado enamorada". Usaste el tiempo verbal equivocado, tu mente te ha traicionado.

—Archer...

—Sólo dilo — pide con cara suplicante —. Anda, Aradia, sólo di que estás enamorada realmente y todo estará solucionado.

—¿Solucionado? ¿Qué parte va a solucionar admitir mis sentimientos?

—Hazlo y descúbrelo — me reta.

Joder, ahora tengo que admitir algo que me sigo negando a aceptar.

Tomo el vaso de cerveza que ni siquiera sé por qué he comprado y bebo largos tragos sopesando mis opciones mientras Archer me mira esperando una respuesta.

—¡De acuerdo! — acepto al no soportar más sus miradas ni mantener viva la mentira —. Bien, sí, es cierto, ¿ya?

—La aceptación requiere de especificar lo que estás aceptando.

—Esto no es una aceptación, es una resignación.

—Pues para ambos casos es necesario ser específico.

—Ay, joder — musito dando un trago más —. Ya va, lo acepto. Estoy enamorada de Belcebú, ¿listo?

Sonríe satisfecho mientras asiente con la cabeza.

—A mí me ha quedado claro — acepta —. ¿Y a ti?

—Muy claro — responde alguien más cuando estoy abriendo la boca para contestar.

Doy la vuelta y me encuentro con un par de ojos azules penetrantes y me provocan ganas de desmayarme.

—Qué dije — murmuro arrepentida de mis anteriores palabras.

—Justo lo que quería escuchar — informa él soltando sus brazos cruzados y dando un paso hacia mí.

—Necesito tener ojos en la espalda — pienso completamente avergonzada de lo que me está pasando.

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