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Advertencia

—Entonces te gusta — decide Arch.

—No, me atrae pero...

—La atracción es lo mismo que el gusto — interrumpe haciendo un gesto —. Te he preguntado si te gusta, no si estás enamorada de él.

—Intentaba explicar el tipo de atracción que siento antes de que me interrumpieras — reprocho —. No me desagrada, físicamente me es muy agradable. Y algo en él me atrae... pero no sé qué es ni por qué.

—¿Te gusta más que Bael?

—¿Que? No...

—Eso significa que Bael te sigue gustando — apunta.

—Archer, ya... ya basta, ¿podríamos hablar de esto en un momento donde no tengamos a ninguno de los implicados a menos de tres metros detrás? — doy una rápida mirada a mi espalda, confirmando que mis tres demonios vienen caminando a poca distancia, pero están demasiado ocupados intentando abrir un paquete de galletas.

—Creo que esas Chokis los tienen ya muy ocupados como para oírnos — opina Archer mirando lo mismo que yo.

—Eso parece, pero no te puedes fiar de un demonio.

—¿Ah no?

Nos detenemos y miramos en dirección de los chicos.

Belial hace un intento por abrir el envoltorio. El desesperado de Belcebú se las quita de las manos luego de un par de segundos, y un momento después el otro entra en acción.

El paquete de galletas está entre las manos de Lucifer y Belcebú, ambos comienzan a pelearse por el hasta que el rubio logra quedárselas, y termina arrojándolas al piso tan fuerte que oigo como se hacen pedazos.

Belcebú mira de las galletas a su hermano, baja los brazos y se le ve molesto.

—¿Ves? — inquiero —. Es su propio hermano y acaba de hacer mierda sus galletas.

—Ya lo veo, son traicioneros.

Damos la vuelta y seguimos caminando, dejando atrás lo que bien podría convertirse en una guerra dentro de quince segundos.

—¿Entonces quien te gusta más? — retoma la plática.

—Ni siquiera puedo comprarlo, es diferente en todos los sentidos.

—Quizá necesites de un poco de acción con Caín para decidirte — propone pícaro.

—Ni eso ha conseguido aclararme la mente — niego y termino divagando en el sueño de este día que tiene que ver con el rubio.

—¿Cómo? ¿Ya pasó?

—¿Qué? — ni siquiera se lo que he dicho.

—¿Ya tuviste sexo con él? 

—¿Qué? — sigo perdida —. ¡No!

—¿No?

—¡No!

—Me estás mintiendo — apunta mirándome con una sonrisa y brazos cruzados.

—No fue así, digo, casi pasa un par de veces pero...

—¿Un par de veces? Estás jugando, ¿cómo que casi? — comienza a interrogar cuando estamos por llegar a las escaleras del edificio y yo intento sacar el móvil del pantalón para leer un mensaje que he recibido.

—Pudo ocurrir, pero no quise — explico.

—Te refieres a que él habría accedido sin peros, o que ya estaban listos y te negaste.

Tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora