El último día de clase se le hizo demasiado corto. Dedicó el día a jugar con ellos, a cantar, a bailar, a dibujar. Cuando les explicó que en marzo iban a empezar con otra profesora, muchos se pusieron a llorar, cosa que hizo que sus propios ojos se llenaran de lágrimas. No supo cómo logró evitar que se deslizaran por sus mejillas. Consoló a los pequeños como pudo con ayuda de Haneul, que era de las pocas que no se habían derribado ante la noticia y hubo un rato de calma después de aquello. Hasta que tuvo que acompañarlos con sus familias y ninguno quiso marcharse. Los llantos regresaron. Los bracitos aferrados a sus piernas. Necesitó ayuda de las madres para quitárselos de encima.
Fue muchísimo más duro de lo que había pensado.
Afortunadamente, tenía a Haneul. Su princesa quiso ir en brazos durante el camino hasta la comisaría, así que la levantó y la llevó enganchada a su cuello todo el camino. Normalmente iban a casa a dejar la mochila, pero esa tarde Donghae le había mandado un mensaje pidiéndole que fuese nada más salir del trabajo y no podía estar más agradecido. Verlo era lo que más necesitaba en ese momento.
Si bien pensaba que estaba en el gimnasio como siempre que salía pronto de trabajar, el policía de la entrada le avisó de que no, todavía no había llegado. Extrañado, dejó a Haneul en el suelo para poder sacar su teléfono y revisar si había algún otro mensaje. Nada. Supuso que solo se le había hecho un poco tarde. Un imprevisto lo tenía cualquiera, y sobre todo un hombre que está esperando a que le den su primer caso como detective.
Todavía le resultaba increíble. Si no fuera porque Donghae había saltado sobre él de forma tan inesperada que lo había tirado al suelo y le había hecho clavarse un montón de legos en la espalda mientras le decía su nota final, habría pensado que estaba soñando. Pero no, eso era real. Igual de real que la mamada que le había hecho mientras Haneul veía La patrulla canina a pocos metros de distancia. Todavía sentía escalofríos al recordarlo.
—¡Es Hana-unnie! —gritó la niña, y echó a correr entre las mesas antes de que pudiera detenerla.
Apretó el móvil en un puño, siguiéndola a toda prisa. La policía la atrapó enseguida y la levantó en el aire, dándole una vuelta antes de sentarla sobre la mesa de su novia. Minah hablaba por teléfono, pero se inclinó a revolver el pelo recogido en dos coletas para saludarla.
—¿Habéis venido a por Donghae? —preguntó Hana, dándole un caramelo de naranja a la niña y comiéndose otro ella.
—Sí —suspiró—. Te he dicho mil veces que no hagas eso, Haneul.
—En la calle —le corrigió.
—Ni en la calle ni en ningún sitio. Tienes que ir siempre conmigo, ¿entendido?
—Hablas como papi.
—Eso es porque soy... porque tu padre tiene razón.
Los ojos marrones de la niña lo observaron detenidamente. Tuvo la sensación de que estaba pensando, de que le estaba dando vueltas a algo en su cabecita, e intentó no sentirse intimidado. Casi se le había escapado. ¿"Soy" qué? ¿"Tu padre"? No lo era. Llevaba poco más de dos meses saliendo oficialmente con Donghae. Aunque ya quisiera a esa niña como si fuera suya desde hacía mucho más tiempo, no podía volverse loco y autodenominarse algo que la propia Haneul no le había llamado todavía.
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Stirring Up [EunHae +18]
FanfictionDonghae tiene 31 años. También tiene un trabajo estable como policía y un anillo de matrimonio que ya no se pone. Le gusta encerrarse en la galería de tiro, darle palizas a los maniquíes de boxeo y fumar cigarrillos mentolados, aunque nunca hace nad...