XXXVII

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Can

No será fácil, pero debo hacer lo que me ha pedido, debo darle tiempo para pensar.
Siento una fragilidad en ella que nunca antes había sentido, soy consciente de que aún se está recuperando de un grave accidente y no es el momento de presionarla.

No me resisto y, con el favor de la noche, vuelvo a dejarle un mensaje luego me escondo en la oscuridad, la veo asomarse a la balaustrada y sonreír. Bien, quiero que sea feliz, quiero ver cómo vuelve su maravillosa sonrisa.

Después de una noche agitada sólo puedo resistir hasta media mañana sin volver a ella, bastaría con verla de lejos, es suficiente con saber que está cerca. Bajo a la playa y la busco en su lugar favorito, pero no está detrás del barco, ¿quizás esté en el balcón? Me asomo a la pared del edificio cercano para asomarme en dirección a su apartamento y veo a una señora luchando con la escoba y la fregona, extraño, hasta ahora no había necesitado a nadie para la limpieza, al menos eso era lo que había visto en los días que la había observado.

Un pensamiento insidioso comienza a abrirse paso en mi cabeza, "necesito tiempo y espacio para pensar y sanar, tal vez incluso de la rabia que se ha apoderado de mí por lo sucedido, debo aprender a valerme por mí misma, entender lo que quiero y si realmente puedo llegar a superar y perdonar.
Empiezo a correr hacia la residencia y a subir las escaleras hasta su apartamento, la verja está cerrada, entro con la respiración entrecortada y el corazón latiendo desbocado, veo a la señora de la limpieza en la que me había fijado desde la playa - Señora, disculpe, ¿puede decirme dónde puedo encontrar a la señora que se aloja aquí? -

- La joven se ha ido, dejó el apartamento esta mañana -

Un terror helado se apodera de mí.
No, no, no puede volver a desaparecer en el aire, mi peor pesadilla se está haciendo realidad, la estoy perdiendo de nuevo.

Vuelvo a la carretera, cojo la moto y rompo todas las reglas de la carretera corriendo como un loco por las estrechas calles de la ciudad que había aprendido a amar porque me la había devuelto, ahora no podía perderla de nuevo. Llego al puerto, le tiro las llaves de la moto al chico que la alquila, pago y corro como un loco hacia la zona de atraque de los ferrys, justo en ese momento veo uno que sale de la bocana del puerto.
No, no, noooo.

Corro, corro, corro hasta el final del muelle y la veo en la popa, es ella, estoy seguro, lo siento. Ahora estoy sin aliento, pero empiezo a correr de vuelta a mi barco, tengo que ir tras ella, no puedo perderla de nuevo.

Subo a bordo y completo todas las maniobras para zarpar en tiempo récord, me voy de Ischia con el corazón encogido. Pidió espacio, pero no especificó que se refería a quién sabe cuántos kilómetros de espacio. No puedo, no puedo ceder al hecho de que se vaya otra vez, lejos y sola, ¿se va a volver a Turquía? Algo me dice que no, que no tendría espacio para ella allí, que dejó claro que quería estar sola.

El viento favorable y la esbeltez de mi barco me permiten ganar terreno al enorme ferry, ahora me veo obligado a desplazarme a babor para evitar estar en su estela. Miro ese punto de la proa donde, en el puerto de Ischia, me pareció verla. Ahí está, estoy seguro de que es ella, al pasar de la terraza a la playa esta vez siento, como si fuera un toque físico, su mirada sobre mí. También miro a esa figura solitaria para transmitirle toda la desesperación que siento en ese momento.

-No te vayas Sanem, lütfen, por favor-.

Pronto estamos en el puerto de Nápoles, ahora no será fácil, mi barco no está permitido en la zona reservada a los ferrys de media y larga distancia, maldita sea.

Cambio el rumbo para dirigirme rápidamente hacia la zona del puerto destinada al atraque de embarcaciones de recreo, está bastante alejada de aquella en la que están amarrados los transbordadores, pero cuento con los largos trámites de atraque y desembarque que conllevan estas grandes embarcaciones.

Entro en el puerto y en un santiamén estoy en tierra corriendo hacia el punto donde está amarrado su ferry, es una carrera frenética y desesperada. No quiero perderla de nuevo, no puedo soportarlo, sólo necesitaba saber que estaba en la misma isla para poder respirar, ahora ya siento que vuelvo a esos días terribles y a la sensación de asfixia que siguió a su partida de Estambul.

Llego al punto de desembarco que ya los pasajeros han empezado a desembarcar, mi mirada frenética y desesperada se mueve entre la multitud.

Por favor, por favor, por favor Sanem no te vayas, por favor.

Mis súplicas no son escuchadas, ya no queda nadie en las escaleras y el andén se vacía sin que yo lo pueda detectar.

Llevo las manos detrás de la cabeza en señal de angustia y desesperación.

Me llevo las manos a la nuca con angustia y desesperación.

Otra vez, otra vez he perdido su....

Una oportunidad para volver a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora