XXXIII

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Can

Me destroza verla tan triste y dolida, ¿qué le he hecho?
Sabía dónde ir para herirla. Ya sabía, desde los primeros días en la agencia, que le daba mucha pena que Deren la llamara "la otra", siempre lo había vivido como una falta de consideración. Ser la recién llegada, la manitas de la agencia ya era poco gratificante de por sí, pero perder por completo su dignidad como persona era intolerable.
En dos ocasiones, durante nuestras peleas, había sabido dónde golpear para herirla, diciéndole que era para mí como cualquier otra persona la había menospreciado y humillado por enésima vez.

Extiendo una mano para tocar su brazo para consolarla y ella reacciona soltándose y apartándose bruscamente, se me rompe el corazón al pensar que me tiene miedo, que ya no puedo tocarla sin que tenga una reacción de repulsión.

Intento pedirle perdón y me responde que no sabe si será capaz, que necesita tiempo.

Bajo la cabeza desanimado y derrotado, no es fácil que vuelva a confiar en mí, lo entiendo.

- La tormenta está pasando creo que ya puedes irte, tu ropa aún no está perfectamente seca pero el puerto no está lejos, te aconsejo que vayas a cambiarla por otra seca lo antes posible -

Dicho esto sale al porche y va a apoyar las manos en la balaustrada de la terraza respirando profundamente mientras mira el mar. Me doy cuenta de que la he asediado demasiado por hoy, recojo mi ropa y vuelvo al baño para ponérmela, está ligeramente húmeda pero no voy a morir por ello, me recojo el pelo en una cola y vuelvo con ella al porche.

Se ha quedado exactamente donde la dejé, se está abrazando fuertemente con sus brazos como si tuviera frío, quiero abrazarla para calentarla y susurrarle todo lo que mi corazón está gritando dentro de mí en este momento, pero ahora no es el momento. Tengo que darle tiempo y espacio, tiene razón, ya es mucho que hoy en el restaurante me haya dejado hablar, entiendo que aún tiene que asimilar mis peticiones de perdón.

- Me voy Sanem, no quiero invadir más tu espacio, gracias por darme refugio. Sólo quiero decirte una cosa antes de marcharme, seni çok seviyorum, te quiero mucho Sanem, lo entendí claramente sólo cuando era demasiado tarde, cuando ya te había perdido, pero esta vez no me rendiré, te demostraré que no eres como nadie para mí, eres la ÚNICA para mí.

Salgo de su apartamento triste pero no desanimado, no puedo permitirme el lujo de estarlo si quiero seguir luchando por recuperar a mi Sanem, vuelvo a la playa a por mis cosas, me giro para mirar su terraza y sigue allí. Nuestras miradas se encuentran a pesar de la considerable distancia, la siento fija en mí, siento su fuerza que de alguna manera me infunde calor y esperanza.
Su profundo amor por mí no puede haberse desvanecido, una llama debe seguir ahí bajo los escombros del terremoto que causé en su corazón, sólo tengo que soplar tan fuerte como pueda con toda la energía de la desesperación que siento ante la idea de perderla para que vuelva a brotar.

Levanto la mano en señal de saludo y me dirijo a las escaleras para dejar la playa y volver al barco. Como algo después de cambiarme y subo a cubierta para admirar una espectacular luna llena. Me llevo una botella de whisky, no he bebido desde aquella noche de vuelta del hospital, pero esta noche me parece la adecuada para ahogar en alcohol el deseo de tenerla cerca y los agridulces recuerdos que tengo de nosotros.

Varias copas después parece que siento menos el peso que lleva meses agobiando mi corazón, alzo mi copa por esa luna brillante en un brindis por la esperanza, la esperanza de conseguir la titánica tarea de traerla de nuevo a mis brazos.

Una oportunidad para volver a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora