VIII

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Can

Salgo del hospital como en trance, Emre no quiere que conduzca en el estado en el que me encuentro así que me lleva con él, no tengo ganas de volver a casa, le pido que me acompañe al cobertizo, necesito estar sola aunque a partir de ahora ese lugar tan querido sólo me recuerde lo ocurrido la noche anterior.

Una vez que llego allí, enciendo el fuego en el brasero del jardín y no puedo hacer otra cosa que sentarme y beber como nunca antes lo había hecho, terminando con la más colosal resaca mientras medito sobre lo sucedido y la enormidad de los errores cometidos.
Una botella tras otra y estaba en tal estado que no podía ni levantarme para entrar en la cabaña, me derrumbé dormido horas después en el césped en un sueño plagado de terribles pesadillas de Sanem cayendo y rodando por una pendiente interminable.

Me despierto al día siguiente, cuando el sol ya está alto en el cielo, en un estado lamentable, con la boca arrastrada y la cabeza dolorida. Apenas puedo levantarme para coger el teléfono y llamar a un taxi para volver a casa, necesito urgentemente una ducha y pastillas para el dolor de cabeza.

Sólo horas y horas después vuelvo a ser yo mismo, pero con la vuelta a la lucidez, vuelve el sentimiento de culpa por lo ocurrido, por mi comportamiento y por mi incalificable superficialidad.

Había herido a mi erkenci kuş casi hasta la muerte sin quererlo, el mero hecho de pensarlo me resultaba intolerable, una de las cosas que amaba de ella era justamente su inagotable vitalidad y alegría de vivir que expresaba en cada momento, en una sola noche casi lo había destruido todo: había herido su alma con mis palabras y había dejado que la hirieran casi hasta la muerte por un accidente que nunca debió ocurrir.
Estoy profundamente avergonzado de mi comportamiento y de lo que ha sucedido.

Camino de un lado a otro del jardín hasta que la tarde da paso a la noche, no puedo darme paz, tengo que verla, tengo que asegurarme de que está bien.
Emre me había llamado y se había ofrecido a llevarme a recoger mi coche del aparcamiento del hospital, pero yo había rechazado la oferta diciéndole que tomaría un taxi, que no era necesario molestarlo.
De hecho, tengo un plan y será mejor que me vaya para tener tiempo de ponerlo en práctica.

Tomo un taxi y llego al hospital que ya son las 10:30pm, a esa hora hay poco movimiento en el estacionamiento y en la entrada del hospital.
Entro con determinación como si supiera exactamente dónde ir, en realidad lo sé porque conseguí que Emre me explicara exactamente dónde está la habitación de Sanem.
Recorro una serie de interminables pasillos y finalmente llego frente a la que debería ser su habitación, imperceptiblemente abro la puerta para asegurarme de que no hay nadie con ella antes de entrar.
Tengo suerte, no veo a nadie más que a mi Sanem, hermosa incluso en una cama de hospital, su muñeca está enyesada y los vendajes alrededor de su pecho se pueden ver a través de la abertura frontal de su camisa de pijama.
Mi corazón se aprieta al verla en ese estado, realmente ha sufrido una terrible caída y yo no estaba con ella para protegerla.

Me acerco cautelosamente a la cama, escudriño su hermoso rostro con la mirada para fijar en mi memoria cada uno de los detalles, la plenitud de sus labios, el perfecto arco de sus cejas, su pequeña nariz, su cuello de cisne donde siempre me ha gustado esconder la cara para aspirar su perfume.
Su perfume, la causa de todo, ese maldito perfume que me llevó a la locura.

Estoy perdida en mis pensamientos, con la mirada fija en sus labios, cuya plenitud y sabor se han fijado de forma indeleble en mi mente, cuando me doy cuenta de que ha abierto los ojos y me está mirando fijamente.

Me quedo sin aliento por un momento al ver esos hermosos ojos color avellana que me han robado el corazón y el alma, pero luego, al ver que la expresión serena de su rostro se transforma repentinamente en una mueca de desprecio, me veo obligada a recuperarme de mi estado de trance.

-Sanem, ozür dilerim, me disculpo.

Perdóname por la forma en que te traté en la cabaña, por las absurdas palabras que te dije y por no asegurarme de que te fueras en un taxi sana y salva.

Özür dilerim Sanem. -

La veo asentir, con la mirada fija y dura.

- Tamam, está bien, has dicho lo que tenías que decir, ya puedes irte, puedes descansar tu conciencia tranquila ahora que te has disculpado.

Por favor, vete, estoy cansado y no tengo ganas de invitados.

Hoşçakal, adiós Can -

Nunca había escuchado a Sanem hablarme en un tono tan frío y distante, me desconcierta su actitud pero no puedo culparla, debe pensar lo peor de mí y tiene razón. Estoy a punto de explicar el malentendido sobre Polen cuando se abre la puerta y veo entrar a una enfermera.

- Lo siento, pero el horario de visitas ha terminado hace tiempo, tengo que pedirle que por favor tome asiento, el paciente necesita descansar a estas horas de la noche -

Me giro para mirarla a los ojos con una mirada sincera, no encuentro ningún tipo de calidez en los suyos, se ha atrincherado tras un muro infranqueable de frialdad y desapego.

Me doy la vuelta y salgo de la habitación derrotado, no he podido hablar con ella como deseaba, no he podido explicarle el malentendido causado por Polen, no he podido abrirle mi corazón.

¿Es quizás demasiado tarde? ¿Permití que las cosas llegaran demasiado lejos por culpa de mi orgullo y terquedad?

Una oportunidad para volver a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora