CAPITULO 13

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En todo el tiempo que Harry y Hermione estuvieron hablando con los profesores y con sus amigos en la biblioteca realizando el ensayo de transfiguración de la profesora McGonagall, Dumbledore lo más lejos que había llegado de la escuela era al pueblo de Hogsmeade, y estaba sentado en bebiendo una cerveza de mantequilla en el negocio de su hermano Aberforth a la espera de sentir que se activara el encanto que había colocado en la puerta de la habitación del espejo, el cual le indicaría el momento en que Voldemort y Harry entraran en la habitación.

Pasada la hora de la cena, Albus ya se estaba inquietando debido a que no había sentido ningún cambio en la salas del tercer piso, hasta que pasada la media hora detecto que Voldemort ya había llegado a su objetivo por lo que se apresuró en volver a la escuela por un pasadizo secreto que había descubierto hace mucho tiempo cuando comenzó con la enseñanza en Hogwarts.

Durante, su trayecto pasaron acerca de 20 minutos, en los cuales no podía dejar de notar que Harry Potter todavía no había hecho acto de presencia en la habitación, pensó que quizás aún estaba ocupado con la pruebas previas, entonces decidió darle 15 minutos más, después de todo el solo necesitaba llamar un elfo de la escuela para que lo dejara dentro del lugar para salvar al niño que vivió de un final trágico en manos del señor oscuro que había vuelto.

Sin embargo, cuando se consumieron los 15 minutos Dumbledore se empezó a preocupar debido a que Harry todavía no hacia acto de presencia, por lo cual se preguntaba si sus salas habían fallado. No queriendo esperar más sabiendo que Quirrell tenía más de media hora frente al espejo decidió aparecerse en el lugar llamando al elfo más leal que tenía en Hogwarts. Al llegar a la habitación se encontró con el profesor de artes oscuras de frente al espejo contemplándolo como esperando que este le dé la respuesta.

—Dime Dumbledore, ¿cómo saco la estúpida piedra del espejo?—, hablo Quirrell haciéndole saber que sabía que estaba en el lugar.

—La verdad, es que no puedes sacarla de allí ni ahora ni nunca, y tampoco permitiré que te la lleves—, respondió Albus con su mejor tono de abuelo ocultando su decepción de que el joven Potter no se haya arriesgado para defender la piedra.

—Déjate de tonterías Dumbledore y dime como sacar la piedra del maldito espejo—. Volvió a decir Quirrell en tono molesto.

—Ya te dije que no puedo permitir que pongas tus manos en un artefacto tan importante como ese, asi que te pido encarecidamente que desistas de obtenerla y salgamos de aquí ahora mismo—, contesto el director en tono calmado aunque detrás de su espalda ya tenía la varita preparada en caso de un enfrentamiento.

—Déjame hablar con él—. Se escuchó una vez desde la parte de atrás de la cabeza del profesor de artes oscuras.

—Pero maestro, aún se encuentra débil, no debería exponerse a hablar con Dumbledore—, respondió este nervioso porque su maestro se revelara.

—No me importa, hazme caso Quirrell—. Volvió a decir la misma voz pero ahora en tono molesto.

Por lo que al hombre no le quedó más que darle la espalda al director mientras se desenrollaba el turbante que tenía en la cabeza, para revelar en la parte de atrás de la misma la cara Voldemort, el asistente que se creía muerto hace once años, a lo que Albus no pudo confirmar que efectivamente su profesor de defensa contra las artes oscuras estaba poseído por el señor oscuro.

—Tom, ¿cuánto tiempo sin verte?, ¿dónde has estado todo este tiempo?—, pregunto Dumbledore apenas vio la cara Voldemort.

—No me llames asi viejo estúpido, olvídate de toda la ridícula cortesía y termina de decirme de una buena vez como hago para sacar la piedra del espejo—, respondió Voldemort molesto por haber sido llamado por el nombre muggle que el tanto detesta.

UN HARRY POTTER DIFERENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora