Cinco

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Hacía una mañana de sol espléndida. La melodiosa brisa entró por la ventana de la habitación donde me encontraba tumbado entre los brazos de un pequeño niño dormido junto a un montón de osos de felpa.

Estiré mis patas delanteras tocando uno de ellos. El oso amarillo con ropa de granjero me había observado dormir toda la noche muy a gusto junto a mi nuevo amigo.

- Jimin – la dulce voz de la mujer de ayer, aquella que me dio leche en un cuenco y curó las heridas de mi pata trasera, se dejó oír por el pasillo. La habitación quedaba en un segundo piso. Oía las tablas rechinar con cada paso que daba hasta la puerta – Cariño, es hora de despertar. Tienes que desayunar.

El cachetón estiró sus brazos de igual modo que yo me estiré y abrió los ojos. Se quedó un buen rato mirando el techo y tanteó con su mano el lugar donde yo me encontraba. Cuando al fin se encontró conmigo, sonrió contento.

- Mami – sus ojos perdidos vagaron por toda la cama cuando se sentó sobre el edredón. Era ciego, lo sabía, pero tenía muy desarrollado otro sentido porque ladeó levemente su cabeza para oír mucho mejor los pasitos de su madre – ¡Mami, quedo pis!

La mujer abrió la puerta de golpe y corrió hacia él para cogerlo en brazos.

- Hola Ren – me sonrió llevando al niño hasta una bacinica. Era muy parecida a la que tenía en casa, solo que de otro color. Mamá ya me estaba enseñando a ir al retrete sólo, solo que no sabía limpiarme, pero cuando vuelva a ser un niño aprenderé – Espero que hayas dormido bien.

Ren.

¿Ahora me llamaba Ren?

- ¡Len! – gritó el niño sentado en su bacinica – Mi amico.

- Sí, amor. Tu amigo – le sonrió la señora acariciando sus cabellos.

Pero mi nombre es Yoongi, Min Yoongi.

- ¿Ya terminaste? – le preguntó al niño que mecía sus piecitos divertido.

- Shi.

Tuve que aguantarme mucho la risa porque le habían levantado para limpiarle y le vi el trasero. ¡Le había visto el trasero desnudo a ese niño!

- Listo, ahora vayamos a desayunar. Luego te cambiaré de ropa – añadió la mujer cogiendo en brazos al pequeño – Vamos Ren.

Le miré sentado en medio de la cama desecha y estiré mi pata delantera hacia ella. Yo también quería que me cargaran.

- Oh, vamos. Tú también eres un bebé.

Me sentí muy feliz cuando estiró su mano y yo subí para ir al primer piso muy aferrado a Jimin. El niño miraba un punto fijo todo el tiempo y continuó así incluso cuando lo sentaron frente a la mesa llena de comida deliciosa. Él solamente bebió su leche junto a unas galletas, la abuela comió unos huevos, su madre bebió un té y yo bebí mi leche. Mi cuenco estaba al lado del horno a leña, así que siempre la bebía muy calientito.

- Ese gatito se ve muy mal cuidado, ¿tú crees que sea de por aquí? – preguntó la abuela.

- Catito – repitió el niño.

- No lo sé, pero Jimin estaba jugando muy feliz con él ayer por la tarde.

La abuela le limpió un par de migajas de la boca con un pañuelo luciendo muy contenta.

- Dice que es su nuevo amigo.

- ¡Oh! – la anciana soltó una risilla – ¿Eso es cierto, mi pequeño?

- ¡Shi! – gritó el niño alzando su galleta – Mi catito.

Ambas rieron y me miraron lamerme los bigotes mojados en leche. Me sentí nervioso por un momento, pero miré al niño, miré sus ojos perdidos y me sentí en paz otra vez.

7 VIDAS | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora