Tres

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Dos semanas después he aprendido muchas cosas. Cosa número uno y la más importante: No hablar el idioma humano porque la mujer que me rescató se puede desmayar.

Sí, la mujer se ha desmayado después de escucharme preguntar dónde está mi madre. Afortunadamente Luna, la gatita gris, y Tom, el gato gordo, me ayudaron a fingir como que todo fue un sueño y no me lanzaron a la calle.

- No debes hablar como humano nunca más – me dijo Luna aquella vez mientras Tom pasaba su cola por la cara de la mujer – O le darás un susto tan grande que podría morir.

- Y si eso pasa ¡¿Quién nos dará comida?! – maulló Tom agitando su cola.

Desde ese día aprendí muy bien la forma de comunicarse entre felinos para no causar alboroto.

- ¿Cómo está tu cola? – me dijo Tom caminando hasta el sofá.

Nuestra ''humana'' como le llamaban ellos, más bien llamada señora Jun, había salido por unas flores para adornar su hogar y volvíamos a estar solos en casa.

Esa tarde había dejado bien cerrada la ventana de la cocina porque desde que me pilló intentando escapar para volver a casa me ha tenido muy vigilado.

- Bien... creo – respondí en un idioma que sí pudieran entender – Me duele un poco menos cuando la muevo.

- Eso me alegra – dijo haciéndose una bola en el sofá – Si quieres te puedo prestar mi cama frente a al fuego para que mejores más rápido.

- ¿En serio? – pregunté feliz. Me gustaba ese lugar frente a la chimenea – ¡Muchas gracias!

- ¿Acabo de oír bien? – Luna apareció corriendo por las escaleras – ¿Tom siendo agradable?

- Siempre soy agradable, tonta gata.

Luna vino hasta donde mí y me comenzó a lamer las orejas, el lomo y la cara – Tienes que mejorar para que puedas ir con tu madre – me recordó.

No me fui muy difícil aprender su idioma básicamente porque algo dentro de mi cerebro hacía que les entendiera, sin embargo hablarlo se me dificultaba. Ahora lo domino.

- Sí – dije entre sus lamidas – Mamá debe estar triste porque no he regresado a casa.

- Debe estar buscándote – dijo Tom lengüeteando sus patas delanteras – Si es que no se la llevó la bruja.

- ¿La bruja?

- No lo asustes gato gordo.

Escuché una risa que llegaba desde muy lejos como un susurro sordo y apagado, una risa que crecía y crecía, acercándose, amenazándome. La risa me bordeaba, me asfixiaba hasta ahogarme con una carcajada de locura.

- Yo soñé con una bruja la otra vez – dije con una corriente recorriéndome desde los bigotes a la cola – Cuando era niño.

- Sigues siendo un niño – escupió Tom.

- Pero cuando era un niño humano.

- Los gatos del barrio dicen que tengamos cuidado con esa bruja porque les arranca los bigotes a los gatos de la calle, pero esos solo son mitos urbanos.

- Todavía me cuesta creer que fuiste humano. Eres solo un gato pequeño, ¿cómo piensas que lo fuiste alguna vez? Tal vez fueron delirios tuyos.

- Cállate Tom. Yo le creo – le calló Luna afilando su mirada.

¿Delirios? Eso no puede ser posible... yo recuerdo perfectamente mi cara de humano... ¿verdad?

Salí corriendo con la cola a rastras directamente al baño.

7 VIDAS | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora