Uno

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Llueve. Aquello fue lo primero que pensé cuando desperté con mis ropas húmedas y un calor inmenso recorriéndome por todo el cuerpo.

Abrí los ojos y no estaba ella. Desesperado giré a ambos lados mirando con detalle cada rincón de mi habitación, pero no estaba. Rápidamente quité la manta que me cubría y me levanté de la cama sintiendo los pies calientes pelear con el frío del suelo.

- Mamá... - balbuceé sintiéndome mareado. Apenas tenía fuerza para mantenerme de pie - Mamá, ¿dónde estás?

Sentí las inmensas ganas de llorar por su ausencia, sin embargo, hallé el vago rostro de su fragancia por el pasillo.

- Mamá... - ni siquiera tenía fuerzas para llorar. Mamá se había ido y no me había llevado con ella.

Me sentía muy enfermo. A mis pulmones les costaba inhalar oxígeno, mis piernas no tenían la fuerza suficiente para sostener mi pequeño cuerpo y mi cabeza daba vueltas.

Con apenas cinco años me obligué a ser valiente, salir al pasillo de casa y buscar a mi madre. Me sentía mal, desorientado, pero esa luz brillante que provenía de la primera planta me daba ánimos para continuar.

Sentía cómo me corría el sudor por la frente. Tenía mi cabello pegado a la piel y quité rápidamente algunos mechones con mi pequeña mano temblorosa.

Sé que sucedió ahora, pero en ese entonces apenas puedo recordar cómo y cuándo logré llegar al salón para abrirme paso hasta el despacho de mamá. Ella solía guardar un montón de libros allí y cada vez que volvía de uno de sus viajes metía un montón de cosas sorprendentes en un escondite secreto que solamente ambos conocíamos.

- Es nuestro secreto - me dijo una vez. Uno de esos días que regresó con un montón de cosas nuevas y sorprendentes - Cuando la guerra llegue, esto será nuestra salvación.

Con cinco años no tenía idea de qué era una guerra, pero asentía como si fuera un secreto de vida o muerte.

- ¡Mamá...! - repetí con los ojos aguados. Había escuchado su voz - Te necesito...

Y allí estaba ella. El despacho estaba hecho un desastre, pero no me importó porque allí estaba mamá llorando como si se fuera a acabar el mundo.

- Ni con todos estos objetos de valor puedo salvar la vida de mi hijo - sollozó haciendo un desorden - ¡Entonces no valen nada!

Me incliné hacia ella con el rostro ardiendo. No entendía qué pasaba, pero era primera vez que la veía actuar de esa forma. Ni siquiera cuando papá se fue con esos hombres con cascos a caballo y no regresó se comportó de esa manera.

- Mamá...

- Yoongi - alzó su cabeza de entre las piernas para mirarme. Tenía el rostro hinchado y húmedo debido a las lágrimas - Cariño, ¿qué haces aquí...? Deberías estar en la cama.

Inmediatamente se puso de pie y me alzó en brazos. Me sentía cansado, pero necesitaba su calor con desesperación.

- No estabas y tuve miedo.

- Mamá está aquí y no te va a dejar - dijo llevándome hasta las escaleras y luego a mi habitación otra vez - Mañana estarás bien, bebé precioso. Mañana todo habrá pasado... lo prometo.

Mamá me acarició los cabellos húmedos y me besó la mejilla haciéndome cerrar los ojos para dormirme de nuevo. Cogí su mano porque no quería que huyera de nuevo apenas me recostó en la cama y entonces ella cantó una canción que solía calmarme desde que era un bebé. Así fue como volví a dormirme con su cálido canturreo mientras permanecía recostada a mi lado y sus caricias incesantes me hacían sentir amado, protegido.

7 VIDAS | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora