Nueve

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- ¿Yoongi dónde estás?

Me quité el sombrero y me dejé caer sobre la hierba fresca de aquel prado vecino. Respiré profundamente llenando mis pulmones de paz y frescor del campo mezclado con aromas florales mientras pensaba en lo feliz que me sentía estando allí.

A mamá le había parecido buena idea ir de picnic para merendar fuera de casa. Había preparado deliciosos sándwiches, zumo de naranja y fruta picada desde temprano.

- Si no vienes me comeré todo esto yo sola – avisó desde un poco más lejos, así que con una agradable sensación en el pecho me levanté y caminé hacia ella. Estaba descalzo.

Mamá lucía hermosa con sus piernas recogidas hacia un costado, un vestido floreado y un sombrero adornado con flores de nuestro propio jardín.

Ella era preciosa. Todos decían que me había heredado la nariz, los labios y la piel blanca como la nieve. Todos en el pueblo decían que era hermosa. Ella también lo sabía. Papá era su admirador número uno, un hombre de cabello oscuro y un pecho lleno de orgullo porque su hijo era el vivo retrato de él. Su cabello y ojos oscuros fueron heredados a mí, sin embargo, no así su valentía que lo caracterizaba.

Su hijo creció siendo un cobarde que tiene que refugiarse en un niño ciego para seguir con vida porque de otro modo no tiene motivos para continuar.

- ¿Por qué me miras tanto? – me preguntó mamá palmeando la manta – Ven, siéntate a comer conmigo.

- No puedo mamá – respondí. El canturreo de los parajillos sobre el árbol era agradable.

- ¿Por qué no?

Una brisa meció nuestros cabellos haciéndome sentir tranquilo. Estaba inmerso en un pacifico bucle del que tenía que volver a escapar.

- Porque tengo que irme. Es hora de que despierte.

- Pero cariño, mira el cielo – dijo señalando el sol y las nubes – Aun es muy pronto.

Miré una mariposa volar por sobre mi nariz y reí dejándome caer a su lado. Eso me había provocado cosquillas.

- ¡Mira mamá como vuela! – reí despidiéndome de la mariposa mientras emprendía vuelo por el cielo.

- Sí, ella es feliz jugueteando por entre las nubes. La felicidad es libertad, Yoongi.

- ¿Y tú? ¿Tú también eres feliz aquí en el cielo?

La miré un momento. Sus ojos brillaban destellantes, llenos de amor y calma.

- Yo soy muy feliz aquí, hijo – respondió cogiendo un diente de león. Mamá sopló sus semillas y éstas volaron por todas partes perdiéndose en la inmensidad de los prados – Pero solo soy feliz si tú lo estás.

Pero yo no era completamente feliz, solo lo era cuando estaba junto a ella en mis sueños.

- Tienes que irte, mi amor – mamá acarició mi mejilla con tanta dulzura que quise cerrar los ojos – Estaré aquí esperándote como siempre. Sé buen niño por favor...

- Pero no quiero irme mamá. Yo quiero quedarme aquí contigo.

La abracé aferrándome a la tela de su vestido. Quise llorar, pero me contuve para no parecer un bebé. Ya no tenía cinco, tenía diez años.

- Yo siempre estoy contigo Yoongi – me dijo levantando mi mentón para mirarla fijamente a los ojos – Siempre estoy allí como la brisa que entra por la ventana.

Dejé escapar una lágrima que fue atrapada por sus dedos largos y suaves. Quería decirle que la extrañaba mucho, pero ella fue más rápida y me dio un corto beso en la frente.

7 VIDAS | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora