- ¿Es de por aquí? – le preguntó con una clara afirmación.
- No lo sé, ni siquiera sé su nombre.
- ¿Cómo no vas a saberlo?
Apenas hacía unos minutos que habíamos llegado a casa. Jimin subió a su habitación a cambiarse pijama y yo estaba en la cocina escuchando la conversación de la señora Park con la abuela. Ninguna de ellas supo que estaba allí espiando, ni le dieron demasiadas vueltas al asunto de la guerra.
La cocina era espaciosa. Al medio estaba la mesa que siempre permanecía llena de fruta fresca y verduras recién lavadas. Nunca comían en ella, pues solo la utilizaban para cortar verduras o preparar algún ingrediente. A ambos lados se encontraban dos sillas desocupadas, viejas y gastadas, listas para ser ocupadas por las mujeres; y a la derecha un gran horno de barro.
- Eso ya no importa – la madre de Jimin le restó importancia bien aferrada a la cocinilla. Una ventana a su izquierda le permitía ver hacia afuera directamente hacia donde su hijo solía pasar las tardes bajo el sauce.
- ¿Cómo que ya no importa? ¿Qué te he enseñado yo todos estos años?
Eran pocas las veces que veía a la abuela realmente enfadada.
- Mamá... – la mujer suspiró sin mirarla – Ni siquiera vi su rostro.
La anciana palideció. Yo no entendía qué rayos estaba pasando, pero noté de inmediato que se trataba de algo malo.
- No puede ser, no me digas que... – su brazo tembló en cuanto se llevó ambas manos a la boca.
La mujer asintió con pena. Casi pude notar un brillo particular en los ojos que advertían lágrimas, sin embargo, no se escapó absolutamente ninguna.
- Le diré a Jimin la noticia – mojó sus labios con ojos decididos con mirada firme en su madre – Y veremos el lado positivo de esto como siempre lo hemos hecho. No me echaré a morir.
Su voz se había roto.
- Te apoyaré, hijita – la abuela se acercó para alcanzar su mano. El rostro de la señora Park se deformó al tacto de su madre y entonces se echó a llorar de un abrazo profundo – Siempre te apoyaré... ganaremos cada batalla por nuestra pequeña familia.
- ¡Mamá! – gritó Jimin bajando las escaleras – ¿Dónde estás? Tengo hambre.
- Ya, shh – la abuela limpió sus lágrimas y carraspeó separándose de la calidez de su hija – Todo estará bien, tú eres fuerte. No más llanto.
La mujer asintió sorbeteando los mocos – Sí.
- ¿Mamá?
- ¡En la cocina, mi cielo! ¡Ya voy!
Cuando me devolví al salón Jimin estaba tarareando una melodía. Envidiaba su vida hogareña, pero la sentía como mía a pesar de que solo era la mascota de la casa. Muchas veces me imaginé en sus zapatos.
Jimin cada tarde corría a ponerse el pijama al sentir el aroma del pan recién sacado del horno y oír el soplido fuerte de la tetera para recibir el té con leche anhelado. Infaltables eran las tostadas con mantequilla sobre la mesa o el beso de mamá y la abuela antes de dormir.
- ¿Ayudo a poner la mesa? – preguntó al oír pasos hacer presencia en la habitación donde se encontraba.
- No hace falta, ya todo está ahí. Tu abuela dejó todo preparado – respondió su madre caminando hacia él para besar sus cabellos – ¿Dónde estabas? ¿No te había dicho que te quedaras cuidando a la abuela?
- Yo me sé cuidar muy bien solita.
- ¿Oíste? – Jimin se encogió de hombros – Salí por allí a dar una vuelta con Namjoon.
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7 VIDAS | YOONMIN
Teen FictionLa vida es un privilegio que pocos tienen la dicha de disfrutar, pero ¿y si tenemos siete? La maldición que persigue a Yoongi le hará recorrer una serie de eventos que le proporcionarán una gran lección. Mientras tanto en un pequeño pueblo un niño c...