Veintidós

342 65 57
                                    

El extraordinario servicio de reencarnación me recomendó, como siempre que sucede, que ande con cuidado. Ya no me quedaban muchas oportunidades.

Fue extraño, abrí los ojos intentando recordar dónde estaba. Habían pasado minutos desde mi última sesión de grabación de recuerdos, ¿qué me había ocurrido?

Ah, ya recuerdo. Morí aplastado por un techo prendido en llamas.

- Gato... ¿sigues vivo?

La voz del sabueso me trajo a la realidad.

Quise levantarme, pero no pude. Permanecía tumbado sobre el hierbajo fresco y húmedo. Era placentero.

- Sí – dije en un hilo de voz – Tengo mucha sed...

De pronto, sin poder abrir los ojos aun, sentí que el perro echó a correr quien sabe dónde y regresó con un montón de agua dentro de su hocico. Fue asqueroso, pero al menos el que me lo haya tirado encima hizo que me refrescara un poco.

- Gracias...

- Gracias a ti por salvarme la vida – dijo lamiendo mi rostro ensangrentado – No me dejas más opción que adorarte y protegerte hasta el día de mi muerte.

- Tengo mucho sueño – susurré. Ya ni siquiera sentía el olor infernal al que estaba sometido.

- ¿Qué te pasa? – pude notar el miedo en su tono de voz – ¿Por qué respiras así? ¿Por qué tu pequeño cuerpo tiembla de esa manera?

Moriría de nuevo. Lo presentía.

- Llévame con Ji...min...

- ¿Eh? ¿Quién es ese? – el perro ladró – ¡Ayuda! No mueras gato, te llevaré con mi amo. Él sabrá que hacer, es un buen hombre y me da mucha comida. Nos cuida muy bien en este campo.

- No... Jimin....

Respiraba con mucha dificultad. No entendía por qué si acababa de perder una vida, lo haría de nuevo.

¿Qué tan dañado pudo dejarme ese accidente como para acabar con dos de mis vidas de golpe?

- No te duermas, gato. Ven, te llevaré conmigo...

Ni siquiera sentí el mordisco que me pegó en el cuello el sabueso para tirar de mí y llevarme cargando hasta el montón de gente. Entreabrí el único ojo que podía y a lo lejos vi a la abuela asustada mirando el fuego que comenzaba a disminuir.

- ¡Ayuda! – ladró el perro. Estaba cojo y tenía sus quemaduras llenas de tierra – ¡Ayuda, amo!

- ¡Ren! – el chillido de la abuelita hizo que se me escapara una lágrima. No quería morir para siempre, necesitaba ver a Jimin y decirle que estaba bien. Que iría a verle mañana y entonces me contaría qué hizo en su día mientras escuchamos la suave melodía del violín dentro de la radio – ¡Por dios, Ren! ¡Mi gatito!

Lo ultimo que recuerdo fueron los cálidos brazos de la abuela y una punzada enorme en mi pecho cuando dejé de respirar.

Dos vidas...

(...)

Oía a Jimin llorar en mis sueños. Lloraba mucho, tanto que sentí su dolor como mío al desgarrarse la garganta.

No llores Jimin, quise decirle. Estoy dormido, ¿no ves? Ya pronto despertaré y podremos jugar.

¿Jugar? ¿Podría volver a jugar con él una vez más?

- Hijito, deja que descanse... está muy malherido.

- Pero mamá, Ren es mi mejor amigo – sollozó – ¡No quiero que nada malo le pase, no quiero mamá...!

7 VIDAS | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora