Veinticuatro

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A finales de mis diecisiete años mis patas estaban tan cansadas que apenas podía moverme, pero mis ojos miraban fieles, atentos, expectantes a su llegada, como siempre.

Era un lunes, yo había llegado de correr al campo de al lado y estaba agotado, pero en cuanto vi a Jimin llegar a casa acompañado de Taehyung, el cual siguió su camino pueblo abajo él solo, regresé corriendo lo más rápido que pude.

Habían pasado dos semanas desde la muerte del sabueso y me había hecho muy amigo de los caballos.

Aunque aun extrañaba mucho a mi anciano amigo.

- ¡Ya vine! – gritó abriendo la puerta de golpe. La abuela le saludó acomodada en su mecedora mientras tejía – Estaré afuera, pero iré por algo a mi habitación un momento.

La abuela asintió sin decir nada y siguió concentrada en su tejido. Había comentado hace unos días que quería hacer un suéter nuevo o algo por el estilo.

- ¡Meow!

- Hola Ren – me saludó corriendo hasta las escaleras. Luego subió a su habitación, cogió el violín que le había regalado hace dos años y salió de casa para posicionarse bajo el sauce de nuestra infancia – Por favor no desafines ahora...

Error. El primer sonido emitido por el instrumento sonó tan horrible que, como el gato que era, hizo que me erizara.

- Rayos...

Le había dicho a Jimin que vendría como Yoongi a escucharle tocar, así que supuse que se sentía nervioso.

Dulce, con su cabello al viento, movimientos leves y ojos cerrados, llevaba el ritmo de su sonrisa bajo el cielo de primavera, entonada por la dulce melodía del violín.

Jimin con casi dieciséis años había logrado muchas cosas. La primera fue aprender a leer braille como un profesional, pues las clases de Namjoon sumadas al libro que le obsequió el señor Jeon desde la ciudad, le habían permitido leer sin impedimentos. La segunda fue adaptarse a la vara más odiada en su infancia para independizarse un poco más, ya que habían veces en las que quería ir a casa de sus amigos por él mismo y no podía esperar a que alguien viniese por él. La tercera fue aprender a tocar el violín, su instrumento favorito de toda su vida, por él mismo absolutamente sin ayuda. Era muy bueno, pero cuando se ponía nervioso cometía errores y se frustraba, así que debía trabajar en eso; Y la cuarta...

- Que brisa más fresquita...

La cuarta fue pasar de ser apodado ''El hijo de la bruja'' a ''El príncipe con ojos de cristal''.

- ¡Jimin!

- ¿Namjoon?

- ¿Cómo está el príncipe? – carcajeó el moreno caminando hacia Jimin.

Jimin se había vuelto tan hermoso que los pocos paseos al pueblo que hacía, se llevó tantas miradas que ganó fama por su rostro. Era la perfecta combinación entre dulzura y seducción.

Jimin se había convertido en alguien enormemente atractivo.

- Ya te dije que no me llames así – se quejó cogiendo asiento en el césped de piernas cruzadas – No me gusta.

- Yo encuentro que es un buen apodo, es mejor que ser llamado ''Cerebrito''.

- ¿Quién te dice así? Dime y lo golpeo.

- ¿Con estas manos? – Namjoon cogió su mano aferrada a la varilla del instrumento – ¿A quién golpearás? ¿una ardilla?

Jimin quitó su mano ofendido – Ahg, cállate. Tus manos son más grandes porque eres mayor que yo.

7 VIDAS | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora