Treinta y cinco

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He estado buscándote en mis sueños mientras tú posiblemente estés experimentando algo fantástico. No estoy contigo, pero me sientes, lo sé.

Dime... dime qué fue lo primero que viste con tus ojos nuevos. Me llevo preguntando eso aquí donde el tiempo no existe.

Dime, ¿te gustaron los colores? Adivino que ya te has marchado del bosque. Casi puedo imaginarte llegando a casa con una sonrisa para ver por primera vez el rostro avejentado de la abuela. El sonido sordo, leve, tímido de la puerta al cerrarse indica tu llegada y entonces corres hasta el cuarto de la anciana. Mirarás su rostro y verás estaciones. Un rostro lleno de vida, cálido como el sol, delicado como las flores, pero también de árboles vacíos esperando que caiga su última hoja de otoño para tocar el frío invierno.

Tus ojos escanean por inercia la habitación y entonces llegarás al espejo. Mírate, eres tú. Tú y tu rostro hermoso que tanto amé.

Quiero pensar que eres feliz. Pretendo creer que esa perfecta adecuación entre los deseos y la realidad está en equilibrio para ti al fin.

¿Sabes algo? Yo también soy feliz. Fui feliz estando contigo y soy feliz ahora.

Ella me espera. Veo su silueta acercarse a mí a través del prado donde estamos de pie. Hay un sol enorme sobre nosotros, oigo el ruido del agua chocar con las rocas en el lago de mi costado donde solíamos reencontrarnos y ahora está aquí. Ha abierto sus brazos para recibirme, para enlazar sus manos de nuevo con las mías y llevarme hacia la luz que aflora por detrás.

Ella sabe nuestra historia. Sabe acerca de ti, de la abuela y de mis amigos. Le he contado todo en mis sueños sobre mi pasado y mis miedos. Sin embargo, ya no tengo que contarle nada más porque estoy muerto. No existo. No hay pasado ni futuro aquí donde estoy, pero sí presente. Un presente infinito, armonioso y extraordinario que no me permite sentir más dolor.

Hoy termino de contar la historia de un chico enamorado para por fin volver a los cinco años, cerrar los ojos y dejarme mimar por las tiernas caricias de mamá, sin ningún tipo de preocupaciones.

- Yoongi, mi amor bello... – su voz es dulce, llena de cariño – Ha sido un largo viaje para ti, cielo...

Su melena es tan larga como la recuerdo. Trae un vestido floreado como esos que amaba usar para irnos de paseo y sus ojos se ven incluso más brillantes por los rayos del sol.

- Mamá... – doy un par de pasos en su dirección – ¡Mamá!

Echo a correr notando la suavidad del pasto bajo mis pies. Llevo esperando esto por mucho tiempo.

- ¡Mamá! – me echo a llorar. Tardaba demasiado en llegar con ella y muy tarde noté que era porque no era un gato, era un niño de cinco años – ¡Mamá, te extrañé muchísimo!

Mi voz había cambiado.

- ¡Ven aquí! – su rodilla toca el suelo y esboza una de sus más hermosas sonrisas cuando me atrapa entre sus brazos – No llores, has sido muy valiente. Eres un niño muy valiente, mi pequeño Yoongi...

- Mamá, tenía mucho miedo. No sabía qué hacer sin ti – sollozo aferrado a su cuello.

- Lo has hecho bien – sus caricias en mi cabello logran tranquilizarme – Lo has hecho muy bien sin mí. Estoy tan orgullosa...

- No te vayas otra vez – pido casi en una súplica – Quiero ir a casa, quiero ir a casa contigo, vámonos...

Mamá me besa la mejilla y se levanta para cogerme de la mano. Nuestra conexión y la calidez que me transmite a través de su piel me obliga a cerrar los ojos para disfrutarla con plenitud.

7 VIDAS | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora