Cuatro

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La señora Jun no dejó de pegar volantes por las calles. Luna y yo la mirábamos por la ventana del segundo piso mientras preguntaba a cada uno de sus vecinos si había visto a un gato negro, gordo y muy peludo por sus jardines.

Nada. Nunca nadie le dijo la verdad, pues Tom había dejado de existir.

- Tom estuvo en esta casa desde mucho antes que yo llegara – me dijo Luna con los ojos fijos en su dueña – Fue el único consuelo para la humana cuando su esposo partió a la guerra.

- ¿La guerra? – pregunté – ¿Qué es eso?

La gata me miro y acarició mi cabeza con su cola para volver a posar su vista en la mujer.

Siempre quise saberlo. Papá había ido allí.

- Un lugar donde la gente va a morir. Nunca jamás debes ir allí, pequeño Yoongi.

Pasó un mes desde aquello y seguía siendo pequeño, indefenso y llorón porque la tristeza me invadía cada noche. Lágrimas por mamá, por papá y por Tom mojaban la almohada de la señora Jun frente a la chimenea cada día.

Caída eterna al vacío. Eso era lo que sentía, pero me despertaba antes de caer. Siempre despertaba sobresaltado, con la nariz seca y mucho frío. Es un extraño sentimiento entre angustia y terror que no sé describir.

Cada noche es el mismo sueño, el mismo lugar y las mismas personas: somos mamá y yo en un lugar sombrío con una mujer con serpientes en la cabeza y ojos maliciosos.

- Jamás podré ver a mamá – me dije un día de otoño. La señora Jun cepillaba el hermoso pelaje de Luna y yo, recostado en el césped, miraba las hojas caer tan lentas como una pluma.

- No digas eso, no pierdas las esperanzas – ronroneó.

- No puedo salir de aquí. Nunca podré volver a casa con mamá para jugar con mis animalitos de juguete.

- Puedes jugar con mi bola de estambre.

Me tumbé entre las flores con mi corazón doliendo de tristeza. Yo lo único que quería era ver a mamá...

- Daría lo que fuera por poder verla una vez más – murmuré cerrando los ojos. No soportaba más el vivir lejos de ella. La necesitaba.

Luna no tardó en acercarse a mí y tumbarse a mi lado. Su cola suave me acariciaba la panza y sus patas tocaban mi nariz.

- La humana y yo nos pondremos tristes si te vas... – comentó con voz triste – Pero no puedo verte así un día más. No soporto el que cargues con tanta tristeza para ser tan pequeño. Si quieres ver a tu madre ve, sal a buscarla. No te detendré, pero tampoco puedo ir contigo.

Abrí los ojos de golpe. Estaba en esa casa solamente porque cada vez que intenté huir, ella me retenía.

- ¿Lo dices en serio?

- Mira a la humana – me pidió y lo hice. La mujer con su cabello recogido, algunas canas y ojos claros cerró los ojos sentada en un banquillo mientras descansaba el cepillo de Luna en su mano – Mírala. No puedo dejarla sola. Ella no tiene a su humano, no tiene a Tom... soy lo único que le queda. Es por eso que no puedo ir contigo.

- Ella es tu familia...

- Sí, lo es... pero la tuya no está con nosotros y debes salir a buscarla. Solo cuídate mucho y aléjate de los perros.

- ¡Lo haré! – me puse de pie de un salto, o bueno, de patas – ¡Me cuidaré mucho, lo juro!

Luna se levantó y me dio una lamida en las orejas. Ella había resultado ser una buena amiga.

7 VIDAS | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora