Treinta y uno

344 67 44
                                    

Ben murió. Nos lo comentó la abuela Kim cuando fuimos a visitarla muy temprano por la mañana y ni siquiera pude despedirme de mi viejo amigo.

- Yoongi...

Según la anciana, Ben ya ni siquiera tenía fuerzas para pararse a comer. La edad lo había consumido.

- Yoongi, mi cielo ¿estás bien?

Uno a uno caían trozos de mi vida, de mi pasado y de mis recuerdos como hojas de otoño en la tierra húmeda.

- Abuela, quiero ir a casa – dije casi en un susurro – Lamento molestarte haciéndote venir hasta aquí, pero hoy no tengo ánimos de ir al bosque.

La mujer me miró con ojos tristes. Ya le había contado todo acerca de mis aventuras con Ben, así que sabía el dolor que sentía en ese momento.

- Ve a casa, cariño – acarició mis orejas – Yo seguiré adelante pero porque necesito pensar algunas cosas... Además me sirve para recolectar algunas hierbas que quiero plantar en casa. Te avisaré si encuentro algo nuevo.

- Está bien...

¿Pensar? Claro, pensar en el desconocido que le hizo daño a su propia hija.

- Hoy iré más al norte, así que me demoraré un poco más para que no te preocupes. Y no te desanimes por lo que dijo la señora Kim, seguiremos buscando.

Desconocía la historia, pero le había quedado muy claro ayer por la noche que la llegada del futuro niño Park escondía algo horrible detrás.

- Nos vemos más tarde, abuela.

Caminé a casa intentando quitar de mi cabeza aquella información que la abuela no quería decirme, así que centré todos mis pensamientos en Ben. No podía evitarlo. No podía quitarme la culpa de no haberlo visitado antes de morir, ni siquiera fui a visitarlo para charlar con él o agradecerle de nuevo todo lo que ha hecho por mí. Me sentía miserable y el hecho de que la abuela Kim no supiera donde rayos se encontraba la cabaña de la bruja terminó por hacer de mi día, un día de mierda.

Casi llegaba a casa, tenía en mente llegar con Hoseok y comentarle lo que había pasado, pero entonces alguien vino corriendo y se me tiró encima. Por la fuerza rodeé por los cultivos del sabueso y al detenerme vi al animal que permanecía sobre mí atrapándome entre sus patas.

- Hola gato – me saludó.

- ¿Quién rayos eres tú?

Logré separarme empujándola hacia atrás. Era una gata blanca con gris hermosa y peluda. Era primera vez que veía un animal con los ojos de distinto color.

- Soy Chloe. Te he visto desde mi casa por mucho tiempo.

Olía extraño, pero ignoré ese detalle.

- ¿Me has visto? ¿Desde cuándo?

- Desde hace muchos años.

Genial, los animales podían ser tan psicópatas como los humanos.

- ¿Okey...? – me levanté dando media vuelta – Tengo que irme, nos vemos otro día.

- ¡Espera! – se posicionó frente a mí otra vez – ¿Por qué te vas? ¿No me hueles?

- ¿Eh? Por supuesto que te huelo – dije con total obviedad – Soy un gato.

- ¿Y por qué te vas? – pasó su cola sobre mi nariz haciéndome estornudar. Luego se giró, levantó el trasero y estiró sus patas delanteras – Quédate un momento.

Entonces la imité.

- Está bien.

- Oye ¿qué haces?

7 VIDAS | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora