Treinta y seis

393 80 44
                                    

Cincuenta y tres minutos de práctica fueron suficientes para recordar cómo se caminaba otra vez. Mis pasos eran cortos, pero seguros y eso era fascinante. Jamás creí que volver a caminar sería tan divertido.

Intenté mantener el equilibrio mientras me paseaba por medio del bosque evitando cada rama o piedrecilla que me estorbase en el camino. Ver todo ahora desde una altura diferente es sensacional.

Gotitas de la lluvia que ya ha desaparecido caían, se deslizaban, resbalaron desde las hojas de los árboles que tenía sobre mi cabeza y llegaron a parar en mis hombros. De inmediato una corriente me erizó los pelos recordándome que estaba desnudo.

- Me congelo - temblé con cierto dolor en el cuerpo - Es como si hasta mis huesos se congelaran.

Desafortunadamente en medio del bosque no encontraría nada para cubrirme, así que caminé un buen rato buscando ayuda hasta que di con una casa. Era vieja, solitaria y un buen aroma salía de su chimenea encendida. Aroma a pan recién horneado.

Con cuidado caminé sigiloso adentrándome en el terreno ajeno. En él pastaban algunos caballos contentos de que su alimento estuviera fresco debido al rocío que cayó anoche, así que ni siquiera me prestaron atención cuando robé una de las prendas colgadas en medio del patio.

- Lo devolveré luego - dije en voz baja esperando que el dueño no me oyera - Lo prometo.

Solo había tomado prestadas unas prendas que me puse rápidamente, además de unas botas con lodo que estaban tiradas al lado del granero. Me quedaban algo ajustadas, pero al menos mantenían mis pies secos.

- Lo siento, prometo que las devolveré - le dije a una de las yeguas que me observaba salir de allí con ojos curiosos - Shhh... no digas nada.

Por poco y casi me enredé en el alambrado de púas que separaba el terreno con el exterior, pero salí de allí triunfante. Afortunadamente el animal no podría decir nada acerca de mi hurto porque nadie le entendería, pero yo sabía que me había dicho algo, solo que ahora no podía entenderle.

Luego de pasar siete vidas siendo un gato soy consciente de que los animales entienden, son inteligentes y algunos son de muy buen corazón. Ben y el sabueso lo eran.

Se me apretó el corazón de recordarlos. 

- ¡Oye! - alguien gritó a mis espaldas - ¡¿Quién anda ahí?! ¡Detente, ladrón!

El recuerdo de mis dos amigos canes se esfumó tan rápido como se movieron mis pies. Eché a correr nuevamente hacia el bosque con el corazón en la garganta, volví a caer debido a que no corría desde hace trece años, y volví a levantarme para escapar.

- ¡Maldito imbécil!

No digo que la situación no tenga su lado cómico. Por supuesto que lo tiene, pero no me pude permitir reír al ser llamado ladrón. Yo había sido muchas cosas en mi vida: niño, gato, un amigo imaginario, un adolescente enamoradizo, un fantasma... pero jamás fui un ladrón.

- ¡Lo devolveré luego! - grité, pero cuando volví a estar perdido en medio del bosque otra vez, lo recordé.

Sí que había sido un ladrón. Robé medicina para Jimin, robé comida, robé cartas y robé un maldito violín. Claro, aunque robé todo eso siendo un gato. Mi excusa barata sobre que todo el mundo era culpable por haber robado mi vida ahora ya no servía. Ahora siendo humano sí que había robado algo para mí. Esta vez era para mí, no Jimin.

- Pero lo devolveré luego... - me recordé intentando hacerme sentir mejor. Funcionó, así que volví a caminar hacia el pueblo, o eso intentaba porque no tenía idea donde quedaba.

7 VIDAS | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora