Cap 55:Que frio hace en el infierno

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Un leve quejido lento como un gruñido de su interior lo saco completamente de sus pensamientos para volver a su deprimente realidad una vez más, su garganta estaba muy seca y el hecho de tragar se le dificultaba considerablemente. Su cuerpo estaba desparramado sobre la deshecha cama y llevaba casi una hora reloj mirando el techo para intentar así distraer sus intrusivos pensamientos, dejando de lado hasta sus necesidades básicas.

Abandono la cama por su segundo para buscar una botella de agua de la pequeña heladera que estaba en una esquina del lugar donde estaba quedándose actualmente, lejos del ruido de la sociedad como siempre. Su plan macabro lo había obligado a abandonar su locación y mudarse temporalmente a Nueva York donde gracias a personas con las que mantenía relaciones profesionales consiguió que le prestaran un departamento de dos habitaciones, el cual compartía con su compañera. Quien en ese momento había salido a comprar algunos víveres más.

El estaba consternado y aburrido... sabiendo que cualquier cosa le vendría bastante bien para pasar ese mal rato. Entonces se le ocurrió comenzar a ver una película de vaqueros que estaban pasando por un canal cualquiera. Al principio se le hizo bastante entretenida y sobre todo útil para olvidar sus problemas por un rato. Hasta el momento en el que vio felicidad entre sus personajes, después de resolverse el drama final. Lo que le dio suficientes pruebas para apagarla. Desesperadamente esperaba un final más triste, algo que lo hiciera sentirse menos pesimista con respecto a su vida o por lo menos que pudiera comprender su situación.

El tenía el concepto de que los inconvenientes no se resuelven de manera tan simple y menos de un día para otro. Lo que le auguraba un futuro muy oscuro y penoso.

Fue entonces cuando Matthew se encontró más angustiado que nunca. Y aunque no lo quisiera admitir tenía la incontrolable necesidad de abandonarlo todo y escapar, como siempre lo había hecho. Pero estaba realmente cansado de escapar de su pasado y sabía que todos sus cometidos tenían una razón para ser. Por lo que a veces estaba casi orgulloso de todo lo que era capaz de hacer, aunque la culpa se anudara en lo alto de su pecho quitándole el aire por momentos.

Estaba transitando uno de los peores momentos de su vida entera y estaba sintiéndose terriblemente solo; y alejado de sus sueños. Debía estarse alistando para dar su último golpe, pero no podía. Simplemente lo que antes le causaba tanto placer ahora no era así. No sabía que era lo que había cambiado, pero podía llegar a confiar tanto en su compañera de equipo para que concluyera con el plan que un día comenzó. Por más que no pudiera ser totalmente sincero con ella.

Necesitaba tener a alguien de confianza para contarle sus pensamientos más sinceros. Que estaba devastado por el color gris de sus días, que por momentos prefería ser atrapado por la policía y encarcelado antes que continuar con esta travesía sin final. Y que llevaba un largo tiempo sobreviviendo a los golpes duros que constantemente le daba la vida, acorralándolo contra un rincón y quitándole las ganas de seguir viviendo. Que el único motivo que lo mantenía en pie era cobrarse la vida de esa chica que un día fue inocente pero que supo usar esa característica como una herramienta para despertar en él una incontrolable furia. Su personalidad era tan similar a ese quien poniéndose en papel de su padre le había arruinado la vida, que esperaba pronto tener su cuerpo sin vida enterrado debajo de la tierra, lo que haría estar orgulloso de sí mismo por vez primera. Aun sabiendo perfectamente lo mal que aquello quedaría en su historial de antecedentes, ahora manchado.

Por otro lado, que le importaba. Nada le haría una nueva mancha al tigre que demostraba hacer, por mas que por dentro fuera una persona asustadiza que pensaba que con la agresión podría ocultar sus dolencias.

Sus opciones eran demasiado limitadas ahora, ya que fuera a donde fuera una patrulla estaría seguramente esperándolo para quitarle su libertad de accionar mal. Aterrado por eso, no tenía tiempo de pensar en su físico. Por lo que su barba estaba demasiado larga y despeinada, su cabello estaba cayéndose producto del estrés y la basura acumulada a su lado lo volvía una persona realmente desorganizada. Lo que era normal ya que no le quedaba tiempo o ganas para ordenar su desorden interior menos el exterior.

Una fuerte angustia punzaba en la parte central de su cuerpo mientras que el solo se encargaba de acomodar su cansada espalda nuevamente entre los almohadones. Justo a tiempo para recordar, casi sin querer, una historia que se metió dentro de su mente como un arrullo infantil. Lentamente hasta volverse inevitable. Simplemente sintió la necesidad de hacerlo, sabiendo que eso podía lastimarlo terriblemente.

Su vida, no había sido el puro producto de la maldad humana desde el principio, sino que eso tuvo un inicio al que ahora necesitaba regresar por más que fuera algo traumático y perturbador para el mismo. Algo que estuvo mucho tiempo oculto entre los recuerdos de su mente, en un lugar que era poco accesible hasta para sí mismo. Aunque ahora poseía la necesidad de volverse consciente de esa parte de su historia. La cual era terriblemente árida y profusa, llena de curvaturas y mentiras que lograban que cualquier persona que se quisiera aventurar dentro de ella terminaran perdiéndose. Sin poder diferenciar siquiera el pasado del futuro.

Flashback:

Todo comenzó un día en su tormentosa y fugaz infancia, la cual fue buena por muy poco tiempo. Quizá el primer tiempo de su vida cuando estaba solo con su madre. La persona que más quería en todo el mundo. Aquella mujer con los ojos llenos de luz y deseos por cumplir junto a su pequeño hijo, quien para ese momento tenía solamente cuatro años.

Su terror comenzó un par de meses después, el día que su único familiar conoció a un hombre. El cual pronto comenzó a vivir junto a ellos y fue quien despertó todo el odio dentro de la mente del chico. Aquella persona era un alcohólico en recuperación, el cual cada poco tiempo ingresaba a rehabilitación solo para salir tiempo después y volver a recaer. Era una situación sin dudas desgastante para él, quien tuvo que soportarlo hasta que pudo emanciparse.

La peor parte de la situación fue que cada vez que Higgins, su padrastro, volvía bebiendo descargaba su furia sobre su pobre mujer. La cual poco a poco se fue apagando. Hasta que sus ojos los que un día habían brillado, ahora estaban cubiertos de rojo y lo único que sus pupilas podían demostrar era todo el miedo que tenía. Su vida era tan frágil. No conocía sentimiento más allá del dolor, el cual se volvía más profundo y difícil de huir de él.

Fin del flashback

Con sus bruscas manos apretó su cara contra una almohada intentando borrar las huellas de algunas de las lágrimas que querían caer. Sabía que ahora comenzaba la peor parte. Casi sin esfuerzo se transportó a un momento de su vida, aunque no cualquiera, sino donde dejo de reconocer el significado de la palabra amor.

Flashback 2:

Fue cuando volvía del colegio caminando y acompañado de un par de sus amigos. Era una persona muy amistosa y de lo único que conocía era de juegos con la pelota, por lo que al momento en el que llego a casa todo perdió el sentido para él.

Solo tenía doce años cuando encontró el cuerpo de su progenitora en el suelo, su cara estaba desfigurada producto de los golpes propiciados por el bastardo. Estaba enrojecida producto de la sangre derramada y entre sus manos todavía conservaba la última foto que pudo tomarse junto a su pequeño.

La cual la policía le devolvió una vez que la enterraron, junto a eso le dieron una noticia. La cual le dolió como una bala justo en el pecho. El hombre había desaparecido y no tenían nada más por hacer.

Fin del flashback

Para cuando termino de auto narrarse su tormentosa historia en un pecho existía un profundo vacío que lo estaba matando lentamente, ahora más que nunca necesitaba apoyo. Por lo que cuando unos cálidos brazos lo refugiaron se sintió como en casa. De nuevo. Y ser observado con sus grandes y enigmáticos ojos recibió la paz que su cuerpo tanto necesitaba. Sin usar palabras. Era Ginebra, la misma chica de siempre, quien había intuido que algo podía estarle sucediendo y apenas volvió al departamento fue a buscarlo. Sin saber que con su simple presencia pondría su mundo derecho otra vez.

Ella era la única quien lo conocía tal cual era y a que a pesar de la diferencia de edad que había entre ellos, sabía que era una persona bastante fuerte y que a su lado de la vida estaría seguro.

Se abrazaron profundamente dejando al mundo con muchas dudas, con una continua agonía irónica. De saber lo confusa que puede ser la realidad en ocasiones y que, hasta los psicópatas, personas que suelen aterrorizar a otros y causar daño, también podían deprimirse. Y también sentir amor del mas puro.

Uno toxico, perturbador y hermoso a la vez. La unión entre dos mentiras a través de un sentimiento tan hermoso que era capaz de volverlas realidad.

.LadyTerca.

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