Capítulo 36

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Para sorpresa de Violet, el viaje en tren sí que fue divertido.

Después de tanto tiempo rodeada de magos, ver muggles era algo rarísimo y, en las poquísimas ocasiones en que lograba avistar algún mago entre la multitud, (usualmente alguien vestido con ropas coloridas sin ningún tipo de combinación aparente), la chica se partía de risa, lo que hacía que su madre se muriera de la vergüenza.

Se bajaron en una estación alejada en lo que parecía un vecindario industrial. Violet caminó junto a su madre mientras hablaban de la oferta de trabajo.

Al parecer, un viejo amigo de la familia había tenido algo que ver con el hecho de que pensaran en Eliade para el puesto.

— Parece ser que alguien sugirió que sería buena idea que contrataran a algunos muggles para tratar a los muggles que llevan heridos a San Mungo por cuestiones mágicas, ya que los magos no tienen mucho tacto en cuestión de los temas que se pueden o no tratar frente a las personas sin magia. —le explicó su madre— Los pobres muggles terminan recibiendo tratamientos extra de desmemorización que serían completamente innecesarios si los sanadores solo pudieran cerrar sus bocas, porque no hay nadie con la lengua más suelta que un mago ¿sabes?

— Claro, claro...

— Pero ya que la Ley Internacional del Secreto no permite hablar con los muggles acerca del mundo mágico sin después desmemorizarlos, es imposible contratarlos para tales fines. Así que alguien tuvo la maravillosa idea de sugerir que los Squibs podrían servir de igual forma, pero con la diferencia de que los Squibs ya conocemos la existencia del mundo mágico ya que nacimos dentro de él.

— Muy listos. —decía Violet mientras caminaban.

— Podrías pensar eso, pero no hay muchos Squibs enfermeros o doctores, la mayoría son sirvientes de magos. Los Squibs son incapaces de vivir lejos de la magia, obligándose a sí mismos a aprender magia por la fuerza...

— Pero un Squib carece de magia, no puede simplemente aprenderla —razonó la chica, confusa.

— Intenta hacerles comprender, cariño, jamás podrías.

— Pero tú...

— Para mí tampoco fue fácil, cariño, y menos con tu abuela insistiendo en que debía ir a campamentos donde te inyectan la magia a la fuerza. Sólo gracias a Elizabeth pude escapar de casa y tener una vida normal. Pero fue difícil, creeme.

Violet estaba temblando. Según lo que Eliade le había contado, su abuela había sido una total narcisista que le había hecho la vida imposible solo por nacer Squib, como si aquello hubiera sido su culpa.

— Así que, como te decía, —continuó Eliade— no hay muchos Squibs que se hayan tomado la tarea de aprender medicina, así que aquí estoy yo, la primera persona sin magia que va a trabajar en el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas.

Violet la abrazó con lágrimas en los ojos.

— Estoy muy orgullosa, mamá.

Su madre se sorprendió un poco por ese gesto, pero le devolvió el abrazo sin pensarlo.

— Gracias, cariño. Debo admitir que yo también lo estoy. No sabía que haría sola en casa, contigo lejos todo el año.

—No es propio de ti quedarte quieta en casa.

Su madre se rió.

— Ya hemos llegado.

Habían llegado frente a unos grandes almacenes de ladrillo rojo, enormes y anticuados, cuyo letrero rezaba: «Purge y Dowse, S.A.» El edificio tenía un aspecto destartalado y deprimente; en los escaparates sólo había unos cuantos maniquíes viejos con las pelucas torcidas, colocados de pie al azar y vestidos con ropa de diez años atrás, como mínimo. En todas las puertas, cubiertas de polvo, había grandes letreros que decían: «Cerrado por reformas.»

La Princesa de la Alquimia (Harry Potter Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora