Capítulo 20

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Dumbledore aún no había terminado su relato y ella ya había decidido que vengaría la muerte de sus padres; si para ello debía proteger a un desconocido, entonces eso haría.

– Tu padre era un alquimista, Violet –le dijo el profesor– era llamado el Príncipe de la Alquimia. Algunos dicen que fue esa la razón por la que mató primero a Elizabeth, porque al ser la esposa del príncipe, ella sería la Princesa de la Alquimia...

– Justo como en la profecía.

– Precisamente –corroboró Dumbledore– pero esas eran solo teorías, Lord Voldemort no era ningún idiota, él sabía que los títulos sobre poder se portan, no se comparten, por lo que la llamada princesa de la alquimia sólo podía ser alguien con tal poder. Elizabeth no era alquimista, pero por herencia, sí lo era su hija.

La verdad golpeó a la chica demasiado tarde y con demasiada fuerza.

– ¿Soy una alquimista? –había hecho la pregunta con tanta fuerza en su voz que el anciano sentado frente a ella levantó las cejas.

– Aún no, Violet, pero lo serás, si así lo decides.

¿Quería ser una alquimista? ¿Convertirse en la Princesa de la Alquimia por su poder y no solo por un título hereditario? Necesitaba saber algo antes de responder.

– ¿Cómo murió mi padre?

El anciano profesor le sonrió con los ojos pero no le respondió.

– Sé que leíste que Harry ha sido el único mago que ha sobrevivido a la maldición asesina –le dijo Dumbledore– ¿Sabes cómo sucedió eso?

Violet negó con la cabeza. Llevaba preguntándoselo desde que había leído el dato.

– Fue gracias a su madre y a su amor. Lily Potter no hubiera podido nunca luchar mano a mano contra el señor tenebroso, lo sabía y no le importó. Lily Potter murió protegiendo a su hijo. –Dumbledore miraba a Violet intensamente, como tratando de transmitir aquellos sentimientos que reinaban sobre él cuando pensaba en aquel acto de amor. – No hay hechizo mas poderoso que el sacrificio, Violet, recuérdalo siempre, porque ese fue el hechizo que implantó la madre de Harry en él; es por eso que cuando Lord Voldemort lanzó la maldición asesina contra aquel bebé indefenso, rebotó contra él mismo, quien ya estaba débil por los encuentros anteriores con tus padres.

Violet estaba mirando sus manos que seguían temblando.

Esa época había sido dura, demasiado dura. ¿Cuántas muertes habían ocurrido? Miles, sin duda alguna. Había sido una guerra, después de todo.

– Ahora dime, Violet, si Voldemort sabía que debía acabar contigo tanto como con Harry, ¿Cómo es que sigues viva?

El cerebro de la chica bullía, buscando la respuesta correcta, pero no la encontraba.

– ¿Cómo? –se atrevió a preguntar.

Dumbledore le lanzó una sonrisa pícara.

– Nadie lo sabe.

La boca de Violet casi toco el suelo cuando se le abrió por la sorpresa de aquella respuesta.

– ¿Cómo que nadie lo sabe?

– Nadie. –Repitió el director– la noche de la muerte de Robert solo estaban él, lord Voldemort y tú, Violet. Nadie más. Si he de serte sincero, todos pensaron que habías muerto –Violet abrió más los ojos– cuando, unos días después de la caída de Voldemort, llegó una carta a mi despacho diciendo que la pequeña Violet Bancroft estaba sana y salva en la casa de Eliade, la hermana de Elizabeth.

– ¿Por qué pensaron que estaba muerta?

– Por dos razones: primero, nadie te había visto a ti ni a tu padre desde que habían logrado escapar de su primer encuentro con Voldemort; segundo, porque el señor tenebroso se regodeó durante la semana siguiente de haber asesinado Robert y a su hija, de que ya no había peligro, de que había acabado con la "Familia Real de la Alquimia".

Violet dejó a un lado su ira y lo vio todo desde el lado lógico.

– ¿Entonces el señor Tenebroso mintió?

– Es posible –respondió Albus Dumbledore– o tal vez eso era lo que creía. Si me lo permites, querida, esa va a ser tu tarea.

– ¿Tarea?

– Si. El descubrir la verdad sobre esto. Moriste o fueron mentiras de Lord Voldemort (Lo que, si me lo permites, no es lógico para mi); o moriste y de alguna forma te encuentras sentada frente a mí.

– Tal vez mi padre hizo algo, pero... según las leyes de la magia es imposible volver de la muerte, y los Inferi no cuentan, pues realmente no tienen vida...

– ¿Y las leyes de la alquimia?

Eso dejó a Violet de piedra. Acaso él estaba insinuando...

– Lo investigaré.

– Me parece maravilloso –dijo mientras sonreía el anciano director– ahora, referente al tema para el que realmente te llamé... ¿estas dispuesta a interpretar el papel que la profecía te ha dado como la Princesa de la Alquimia, Violet? ¿Serás capaz de proteger a Harry Potter?

Violet casi se cae de la silla. No se destornilló de risa por respeto a aquel increíble hombre frente a ella.

Había leído tanto sobre él que creía poder recitar su vida entera de memoria. Si Albus Percival Wilfric Bryan Dumbledore te pedía hacer un trabajo que solo tú puedes hacer, simplemente no te negabas.

Además, aún quedaba su venganza, y estaba dispuesta a cumplirla.

– Lo haré, señor. –respondió tan respetuosamente como pudo.

El anciano frente a ella la miró por encima de sus gafas en media luna y en su boca se formó una pequeña sonrisa.

– Por supuesto que sí. –le dijo él a su vez, como si aquello lo hubiera dado por sentado desde el inicio de la conversación.

Antes de despedirse Albus Dumbledore le advirtió que no debía hablar de aquello con nadie; ese sería un secreto entre ambos.

Violet se lo prometió, y no era de las que tomaba las promesas a la ligera.

La Princesa de la Alquimia (Harry Potter Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora