Capítulo 8

478 47 3
                                    


Al pasar las puertas, se encontraron en un estrecho pasillo de piedra iluminado con antorchas que se inclinaba hacia abajo; había unos raíles en el suelo. Ghornook silbó y un pequeño carro llegó rápidamente por los raíles. Subieron y se pusieron en marcha. El carrito, que no tenía ningún tipo de seguridad, arrancó traqueteando para luego ganar velocidad y adentrarse en largos pasillos de piedra. Iban más y más abajo, pasando cientos de puertas a tanta velocidad que su madre se puso verde.

– Mamá, ¿Qué decía la carta?

– No lo sé, cielo –le respondió su madre mientras se agarraba fuertemente al asiento–, ahora no me hables, estoy necesitando de todo mi autocontrol para hacer que el delicioso desayuno que tomé en el Caldero Chorreante se quede en mi estómago.

Para Violet el viaje era como montarse en una montaña rusa, con los muchos altibajos y los inesperados giros, casi se sintió tentada a lanzar un grito de júbilo. El duende hizo detener el carro junto a un pasillo de piedra húmeda, se bajaron y Ghornook le hizo una seña para que lo siguieran. Violet estaba pensando cómo diablos habían hecho para cavar tan profundo en la tierra, incluso con magia, cuando lo vio. Era gigantesco, tenía las escamas pálidas y resecas, y sus inmensas alas llenas de púas recogidas junto al cuerpo como si nunca pudiera extenderlas. En cuanto giró la cabeza y los vio con sus lechosos ojos, lanzó un rugido que estremeció a las mujeres.

– Un dragón. –dijo Violet anonadada.

– Es increíble –exclamó Eliade– jamás había visto uno en persona.

Se escuchó un sonido de arrastre de cadenas y Violet dirigió su mirada hacia su origen. Las patas traseras del dragón estaban rodeadas por fuertes grilletes conectados a una cadena clavada en el suelo de roca, la vista del cautiverio de la majestuosa bestia hizo que la chica sintiera gran tristeza.

Un horrible ruido de metal contra metal, pero en extremo agudo, inundó el lugar. Ghornook estaba agitando al aire un instrumento de metal, haciendo que la bestia retrocediera, asustada. Fue entonces cuando Violet vio los tajos en la piel del dragón, uno sobre otro, sobre las escamas y en la piel desnuda donde estas se habían desprendido, como si durante años le hubieran pasado cientos de hojas de metal por la piel.

– ¡Deténgase! –Le gritó la chica al duende– ¡lo está asustando!

– Es eso o que nos convierta en brocheta... señorita. –le respondió el duende con la voz llena de intolerancia, añadiendo esa última palabra como muestra de obligado respeto. – Por favor, síganme.

El duende comenzó a caminar junto a la pared, sin dejar nunca de mover su mano.

El dragón se alejaba del insoportable sonido tanto como lo permitían sus cadenas, casi como si esperara que después del sonido viniera el acero caliente que le causaría más cicatrices. Violet notó que la bestia temblaba, y sintió ganas de llorar ante tan deplorable escena.

Caminaron durante unos minutos, Violet y Eliade tratando de ignorar el insoportable sonido, hasta que en una curva dejaron de ver al dragón y el duende bajó su mano y detuvo el sonido. Violet casi pudo imaginar como el dragón suspiraba de alivio, cual caricatura.

Llegaron a una gran puerta y Ghornook sacó la llave de oro de un bolsillo y la metió en una invisible cerradura, luego puso una mano contra el metal y con un fuerte crack, la puerta desapareció.

– Está muy oscuro –dijo Eliade mientras entrecerraba los ojos intentando ver algo en la penumbra de la cámara.

El duende chasqueó los dedos y dentro de la cámara una gran araña llena de velas se encendió.

La Princesa de la Alquimia (Harry Potter Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora