Eliade alcanzó a Violet en el caldero chorreante solo cinco minutos después, al llegar se encontraron con que sus pertenencias ya habían sido llevadas a quien sabe dónde por Clover, quien les dejó dicho con Tom, el cantinero, que las encontraría más tarde en Gringotts. Tom las acompañó hasta un pequeño patio cerrado con paredes de roídos ladrillos, saco su impresionante palito mágico y dio unos cuantos golpes en la pared. Los ladrillos comenzaron a moverse hasta que formaron una entrada a...
– Bienvenida al callejón Diagon, señorita Bancroft.
El lugar era increíble.
El suelo y las tiendas estaban hechos de ladrillos de piedra gris, pero los ventanales, puertas y toda su mercancía estaban hechos de miles de colores. No había muchas personas en el callejón, y solo unas pocas salían o entraban de las tiendas.
– Es hora de irnos, querida. –le dijo su madre.
Violet miró hacia atrás y vio que la pared había vuelto a la normalidad, y que Tom no se veía por ninguna parte. Eliade comenzó a caminar con su hija siguiéndole los pasos pero sin mirar siquiera por donde caminaba. Miraba hacia todos lados, deseando tener miles de ojos para poder abarcar todas las direcciones y no perderse de nada. Había muchísimas tiendas, el sol brillaba sobre el letrero más cercano –hecho de metal pulido– donde leyó «Calderos – Todos los Tamaños – Latón, Cobre, Peltre, Plata – Automáticos – Plegables».
Mientras caminaba pasó por las tiendas más interesantes que había visto en su vida; «El Emporio de Las Lechuzas», en donde sentía como cientos de ojos la miraban y se escuchaba el ulular de las aves; «Flourish y Blotts», allí había vitrinas llenas de libros, algunos incluso se movían y brillaban, Eliade casi tuvo que arrastrar a Violet para que no entrara al lugar; de una tienda llamada «El Boticario» salía un espantoso olor a coles podridas y ratones muertos. Eran tantas tiendas, que esperaba que el dinero le alcanzara para todo lo que quería comprar. Violet seguía tan concentrada en las vitrinas que se tropezó con los escalones de una corta escalera de mármol. Enfrente de ella había una gran puerta doble de bronce, abierta de par en par, y en donde un par de hombrecitos de grandes orejas vestidos de rojo y dorado las miraron recelosos.
– No te fijes mucho en ellos –le susurro su madre–, recelan de todos los magos.
– ¿Qué son?
– Duendes.
La verdad era que no se parecían mucho a la imagen que Violet tenia de los duendes, a quienes siempre se los había imaginado como pequeños hombrecitos (más pequeños que estos) de color verde, repletos de tréboles de cuatro hojas.
Más adelante había otras puertas de plata, y grabadas sobre estas se leía:
Entra, desconocido, pero ten cuidado
Con lo que le espera al pecado de la codicia,
Porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,
Deberán pagar en cambio mucho más,
Así que si buscas por debajo de nuestro suelo
Un tesoro que nunca fue tuyo,
Ladrón, te hemos advertido, ten cuidado
De encontrar aquí algo más que un tesoro.
– Dicen que debes estar loco para robar en Gringotts, es el lugar más seguro en el mundo cuando deseas guardar algo. –Le dijo su madre al verla concentrada en la lectura– Excepto tal vez, Hogwarts.
El lugar estaba repleto de esos seres, estaban sentados detrás de una alta e infinita mesa que se extendía hasta el final del amplio vestíbulo, el lugar tenia tantas puertas de salida que Violet ni se molestó en contarlas. Eliade se acercó a uno de los duendes –que pesaba un puñado de pequeños diamantes sobre una balanza dorada– y carraspeó. El duende levantó la cabeza y las miró tras unos lentes de marco plateado.
– Venimos a retirar dinero. –declaró Eliade con la barbilla en alto y tal vez un poco de altanería.
El duende la miro fijamente, examinándola como si tuviera rayos X en las pupilas.
– ¿Tiene su llave, señora?
– La tienes tú, ¿verdad, cielo?
Violet, que había estado mirando la cúpula de cristal que formaba el techo del banco, se sorprendió con la pregunta.
– La llave, Violet, la que te dio la elfina. –la apremió su madre.
Violet miró a su madre desconcertada.
– Ah, sí. –dijo, y comenzó a tocarse los bolsillos de los vaqueros.
Sintió la llave el bolsillo trasero, la sacó y se la acercó al hombrecillo.
El duende la examinó con cuidado, abrió un grueso libro dorado y pasó página tras página hasta encontrar la que buscaba. Luego las miró mientras levantaba las cejas.
– ¿La cámara de los Bancroft?
– ¿Hay algún problema? –preguntó Eliade.
– En el testamento de los Bancroft quedó especificado que si a ellos les ocurría algo, solo su hija podría entrar en su cámara...
– Yo soy Violet Bancroft. –dijo Violet interrumpiendo al duende.
– ¿Cómo dijo?
– Que yo soy la hija de Elizabeth y Robert Bancroft.
– ¿Tiene forma de probarlo?
Estaba a punto de decirle que sí, pero luego recordó que en todos los documentos que tenía aparecía como Violet Collins.
– Aquí tiene. –le dijo Eliade al duende mientras le ofrecía el sobre que Dumbledore les había entregado en Hogwarts.
El duende tomó el sobre, abrió el sello de cera con un corta plumas de plata, y leyó el contenido cuidadosamente.
– Haré que alguien las acompañe a la cámara. ¡Ghornook! ¡Ven aquí!
El nuevo duende se le parecía mucho al anterior, y también llevaba el uniforme rojo y dorado.
– Ghornook, acompaña a las señoras a la cámara trecientos treinta y siete. –le ordenó el primer duende al recién llegado mientras le entregaba la llave. – por favor acérquese aquí antes de retirarse del banco, señorita Bancroft, necesita firmar el nuevo registro de propiedad de la cámara.
Violet asintió y luego ella y su madre siguieron a Ghornook a una de las puertas de salida.
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La Princesa de la Alquimia (Harry Potter Fanfic)
FanfictionViolet Bancroft es una chica prodigio pero ademas de eso... Ella es una bruja. Su misión no será fácil, pero deberá sobreponerse a la adversidad y aprender a conocer su nuevo mundo con todo lo que conlleva ser una bruja, una aprendiz de alquimista y...