1.- El Día de la Reconciliación.

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Armando terminó de relatar a Don Hermes cómo habían ido creciendo paulatinamente sus sentimientos hacia Betty y sobre cómo trató de que la ruptura con Marcela fuese aceptada por ella debido a que, aunque el cariño de él hacia ella fuese cierto, él ya no sentía amor real por Marcela desde hace mucho tiempo, aunque no se dio cuenta hasta que Betty llegó a su vida, por lo que un matrimonio en esas circunstancias sería un completo error que terminaría hiriendo aún más a Marcela y él no hubiese podido encontrar paz en un matrimonio fingido.

Betty por su parte le contó a su padre lo culpable que se sintió al dejar que los sentimientos hacia Don Armando crecieran, sabiendo que era un hombre comprometido, pero que era algo que había nacido debido a la admiración y respeto que sintió hacia él desde su entrada en Ecomoda y que pasado el tiempo se encontró con que era algo con lo que ella ya no podía lidiar, porque sencillamente así es el amor cuando es verdadero,  y que cuando asimiló aquello, sus principios fueron los que la llevaron a renunciar a Ecomoda e irse a Cartajena para tratar de olvidar a Don Armando y permitir que él y Doña Marcela continuaran su camino, pero que esa decisión se vio interrumpida por los problemas legales y económicos en Ecomoda que ella tuvo que asumir siendo responsable de ellos junto a Don Armando. Le contó entonces que la reconciliación que vio su padre en público cuando Armando y ella hablaron frente a los empleados de Producción de Ecomoda se debía a que al regresar, ella se había mantenido alejada de Don Armando, sin querer enterarse siquiera de las decisiones que ellos habían tomado como pareja ya que se rehusaba a ser la culpable de su ruptura. Pero que la misma Doña Marcela conversó con ella cosas muy privadas ese mismo día y la instó a que evitara la disolución de Ecomoda y que Don Armando se fuera huyendo de la situación sentimental que lo atormentaba y de la cual ella era ajena.

Don Hermes nunca imaginó que su niña viviese cosas tan profundas y tormentosas, era algo que jamás imaginó, él quería para su niña un amor de quinceañera, visitas en su casa como Dios manda, con respeto a su hogar, jamás en el trabajo de su hija donde pudiese ser sometida al escarnio por todo lo vivido, pero también entendía a ver los ojos de Don Armando y de su hija, que ahí había un sentimiento sincero y puro, que pudieron cometer errores por ser unos muchachos jóvenes que no saben aún que el diablo es puerco. Mientras ellos le contaban todo, él trataba de asimilar aquello, pero también veía a Betty, su niña, ¡Cuánto había crecido! Desde que llegó de ese viaje de trabajo con Doña Catalina Ángel estaba tan cambiada, era otra, recordó ese día cuando llegó, estaba tan bonita que lo dejó sin palabras, su niña se veía tan mujer. Se quedó observando entonces aquella oficina, la oficina de Presidencia de una gran empresa, y era la oficina de su niña, una presidencia que había asumido de forma intempestiva, tortuosa, en medio de actos ilícitos que él no hubiese aceptado jamás, pero su niña enmendó sus errores, había sabido manejar la empresa a la perfección sacandola paulatinamente de deudas, estando a la altura del reto, con dignidad, con temple... ¡como toda una Pinzón! Después de unos minutos en silencio, les contestó:

- Betty… Doctor Mendoza… ¡Creo que pudieron ser sinceros conmigo antes de crear todo este revuelo! Usted sabe Betty que yo siempre le he advertido que tenga mucho cuidado con escándalos… y usted, Doctor Mendoza, yo lo recibí con honores en mi hogar…  - Don Hermes cerro los ojos y respiró profundo. – Creo que esto es algo que tiene que saber Julia. –

Don Hermes se levantó lentamente de la silla, pensando que él solo no podía asimilar todo aquello que le contaron los muchachos, sin sospechar siquiera que Doña Julia ya estaba enterada en parte de todo lo sucedido, menos lo que acababa de presenciar Don Hermes. Él necesitaba llegar a casa, y aunque nunca lo admitiera, conversarlo con Julia, ya que escuchándola él podría calmar la confusión de todos sus pensamientos en ese momento. Betty y Armando se miraron el uno al otro un poco sorprendidos, y luego nuevamente observaron a Don Hermes.

Finalmente JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora