50.- (🔥) Fantasía.

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- Pero Armando… yo quería darle como… ¿como un regalo? – No sabía exactamente cómo llamar a aquel escenario que quería mostrarle, deslizando sus manos sobre su pecho por sobre la camisa desabrochada, causando que Armando sintiera como si la energía estática actuará sobre los vellos de su espalda hasta su nuca, disimulando con una risa.

- Creo que para mí, el regalo de verla modelarme esa grosería, ha sido más que suficiente… por favor, permítame continuar de aquí en adelante… a menos que ya no quiera… - terminó con un gesto de tristeza y preocupación.

- ¡Si! Si quiero… - contestó apurada y en automático Betty, sonrojándose otra vez por lo apresurado que contestó, haciendo que Armando volviera a sonreír con cierta satisfacción y picardía en la mirada.

- Qué bueno… porque sigo teniendo fantasías con este escritorio… - le dijo sonriendo e inclinando su propio mentón hacia atrás para señalar el antiguo escritorio de Betty dónde estaban recostados.

De inmediato, acercó sus labios al cuello de Betty, apartando sus cabellos lacios mientras la acercaba más a su cuerpo, Betty sintió temblar sus manos sobre aquel botón de la camisa sedosa, pero no por miedo o timidez, sino por la sensación eléctrica de aquellos labios sobre su piel, y exhalando un suspiro sus manos empezaron a moverse sin que se diera cuenta, terminando de sacar aquella camisa y deshaciendo los últimos botones, hasta llegar a la pretina del fino pantalón, dónde procedió a desabrochar el cinturón y sacarlo lentamente de las presillas, continuando con el botón que prometía la apertura a aquel mundo donde solo siente caer al delicioso vacío de sensaciones.

Armando detuvo sus manos justo en el cierre y volvió a verla a los ojos mientras en un susurró casi inaudible le dijo un cálido “Déjese…”, colocando entonces las manos de Betty alrededor de su cuello para él continuar acariciando su piel.

Sin dejar de ver el brillo de aquellos ojos café, deslizo sus manos de vuelta por sus brazos, rozándolos con las yemas de sus dedos hasta llegar a sus hombros. Betty sentía como si su mirada oscura y serena la hipnotizara, no podía romper aquel contacto mientras aquello dedos descendían entonces en un roce sensual por su columna. Fue él quien rompió el contacto con sus ojos siendo atraído por sus pechos, mientras rodeaba con sus manos sus caderas, satisfaciéndose en aquel tacto haciendo que el corazón le palpitara con rapidez. Si fuese por él, desgarraba todas esas pequeñas piezas en un instante, pero se obligaba a recordar que él lo había comprado pensando en un escenario como este y Betty se lo había hecho realidad sin él siquiera describir lo que él había soñado. “Deja tus salvajadas y ten paciencia, Armando Mendoza!” se dijo en su mente.

El caramelo de su sedosa piel llamaba a su boca, sintiéndose seducido por sus hombros, los beso en un suave roce de sus labio mientras deslizaba sus manos de sus caderas a sus glúteos, apretándola contra él, haciendo que Betty tomara aliento de forma profunda. Siguió bajando sus manos para encontrarse con las presillas del liguero en sus muslos, liberando primero una y luego la otra, rodeó sus manos en sus muslos hacia la parte de adelante e hizo lo mismo con las presillas delanteras. Continuó acariciando sus piernas, subiendo hacia su vientre, cuidando de que su toque no fuese muy directo, hasta llegar a su cintura para rodearla nuevamente con sus manos, rozando sensualmente con su lengua los labios de Betty, distrayéndole por completo los sentido mientras él liberaba los ganchillos de la pieza de su cintura en la parte de su espalda, despojándola finalmente de aquella prenda, para sólo separarse unos centímetros y dejarla junto con el resto de la ropa al otro lado del escritorio.

Betty trataba de respirar rítmicamente, pero las hábiles manos de Armando provocaban una respiración errática mientras su pecho buscaba aliento, la forma en que sus ojos la veían y la seriedad de ese rostro debilitaban cualquier postura firme que quisiera mantener. Sus movimientos eran tan seguros y firmes que se sentía paralizada, sólo en éxtasis de dejarse hacer por aquellas hábiles manos, hipnotizada por aquellos ojos que un día soñó tan siquiera pudieran verla y hoy desnudaban hasta su alma.

Finalmente JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora