22.- Sueños.

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Soñó con Betty esa noche. Soñó que estaba en su apartamento, que la llevaba a su habitación entre besos y desgarraba sus ropas, pudo ver casi de forma vívida como sus senos saltaban en el arrebato de sus ropas, casi podía sentir en verdad sus uñas clavarse en su espalda mientras mordía sus senos, sus gemidos lo enloquecían, entonces la tomó, la tomó fuerte, profundo, sin delicadeza, salvaje, casi podía sentir la humedad y el calor de su interior mientras la embestía hasta el tope, era vívida la sensación en sus manos de sus glúteos voluminosos y la sensación suave de su piel, el aroma que lo enloquecía. Fue casi vívido como sintió explotar dentro de su ser toda sus ansias… y despertó sobresaltado. Ya era de mañana, estaba aturdido. Apenas se movió, sintió la humedad en sus ropas… No había tenido un sueño húmedo desde que era un adolescente. “¿Qué te pasa, Armando?, ¿Ahora eres un muchacho? ¿Qué es este desastre?”.

Se levantó directo a la ducha pensando que eso no hubiese pasado si no hubiese estado tan frustrado en la noche. Al salir se quedó pensando en el sueño mientras se vestía, había sido profundamente liberador la manera como se había visto desgarrar las ropas de Betty, se rió porque no se imaginaba romper la linda ropa que con mucho esfuerzo Betty se había comprado en su viaje con Cata, ahora fuera del sueño le parecía que en un momento así en vez de pasión se hubiese muerto de risa… “Nah! Lo que me parece divertido es la maldad…” pensó sonriendo. “Hora de los buenos días”, y aunque pensó que era algo temprano, quiso enviarle un mensaje de texto a Betty.

“Buenos días, mi Mostro. Ansioso por verla."… Send.

Dejó el celular en la mesita de noche y se puso a cambiar sus sábanas, aún reprochándose por el accidente. Aunque las sábanas cabían perfectamente en su lavadora, pensó que sentiría bastante pena al entregar el cubrecamas y la manta en la lavandería, por lo que trato de limpiarlos un poco antes de empacarlos… “Qué vergüenza!”… y escuchó de pronto la notificación de su celular, lo tomó y leyó.

“¡Ahora sí son buenos días! Será un feliz sábado,  mi Doctor Mostro.”

Armando sonrió y escribió de vuelta.

“¿Tenemos noticias de las negociaciones?”
Se quedó esperando y llegó el mensaje de vuelta rápidamente.

“No he bajado aún, acabo de despertar. Le aviso cuando sepa.”

“¡Dormilona!” texteó de vuelta riendo. Volvió a sonar de inmediato.

“¡Madrugador!”

"Si supiera que no tanto", que los motivos de hoy no se los podría contar. Terminó de vestir y arreglar su cama y salió arreglado de la habitación, colocó el empaque con las cobijas cerca de la entrada para no olvidarlas, había decidido llevarlas de una vez a la tintorería del centro comercial Santafe en la mañana para hacer tiempo y llegar luego donde Betty.

Fue a desayunar sintiéndose aliviado de que tuviera cosas con que alimentarse en la nevera y la despensa. Mientras comía, pensó que también podía pasar por la pastelería francesa del Santafe, quería tener una atención principalmente con Doña Julia que tanto lo había ayudado, le compraría una selección de los mejores dulces franceses que tuvieran, pero eso no estaría a la altura de Don Hermes, debía sorprenderlo con algo, que se sintiera halagado… ¡listo! Una botella de un buen whisky seguro le gustaba. Pero lo más importante… a Betty… ¿qué le llevaría a Betty? Decidió entonces que tal vez un paseo le serviría para decidirse.

Al cabo de un buen rato ya estaba fastidiado de esperar que pasara la mañana, ya no quería estar en su apartamento, se sentía ansioso. Pasó por el lavadero a dejar sus sábanas lavando, siguió a su habitación para colocarse perfume, se vio en el espejo y no parecía haber exagerado, no podía estar más casual, jeans, camisa casual de color verde militar con bolsillos, los puños doblados y dos botones desabrochados. Tomó sus lentes de sol y salió sin olvidarse del empaque…

Era un día soleado y de nubes ligeras. Trató de manejar lento para tardar los minutos. Colocó otro disco del grupo que Betty dijo que le gustaba y empezó a escucharlo, cuando Betty subiera al auto, ¡si lo hacía!, le iba a gustar… llegó al centro comercial y fue directo a la tintorería para deshacerse de la molestia. Luego paseó un poco los pasillos con lentitud viendo si había algo adecuado para llevarle a Betty, mientras se dirigía a la pastelería, pero no se decidía por nada… “¿Qué se puede llevar a la novia en una primera visita de chaperón?”, no tenía ni la más remota idea. Entró a la pastelería y compró una caja con dulces de todo tipo, le encantaba esa pastelería porque todo estaba siempre fresco. Siguió paseando luego, viendo vitrina tras vitrina, mientras se dirigía al bodegón donde compraría el whisky para Don Hermes, eligió uno elegante de 18 años, no tan añejo y lujoso, pero definitivamente no común, seguro le encantaría. Justo al salir, recordó la vitrina que se había quedado viendo con Betty después de comprar el celular, recordó esa pieza que le gustó para ella, entonces caminó a paso apurado tratando de recordar la tienda, se perdió un poco entre los pasillos, pero finalmente dio con la tienda y entró. Se dirigió de inmediato a una de las dependientes de la tienda y le dijo.

- Señorita, por favor, quisiera comprar ese conjunto así completo.  – La dependienta lo miro de arriba abajo toda embobada.

- Si, claro! ¿En qué talla lo quisiera?

- Pues estoy casi seguro que en talla M.

- Lo tenemos en blanco, negro, azul marino y púrpura. – Armando se quedó pensando, no se decidía… pero al recordar el color de la piel de Betty, imaginándola con el conjunto puesto, contestó.

- En blanco, por favor.

La dependienta fue al almacén trasero a buscar la pieza, pero Armando se quedó preocupado, esto no era un regalo propio de una primera visita… La dependienta regresó toda coqueta y le mostró la pieza, pero él ni siquiera la veía a ella, sólo imaginaba a Betty viendo el conjunto. Antes de pagar se volteó y vio otra pieza… ¡Bingo! Era un lindo vestido corto sin mangas de color vino, parecía más para lucir en la costa, Betty debería usarlo con un abrigo en la helada Bogotá, pero servía doblemente para lo que él quería.

- Señorita, por favor, antes de pagar, me gustaría agregar dos piezas de ese vestido en talla M también.

- Con gusto, pero ¿dos iguales?

- Si… dos iguales. – Armando sonrió ante su idea, y la dependienta se derritió pensando que era con ella…

De pasada al almacén, una de sus compañeras le dijo.

- Mija, no haga esfuerzo, no ve que el papito ese no esta ni pendiente de usted? No le ve la cara de bobo comprándole cosas a la tiniebla? No le prestará atención ni que se abra el escote!

- ¡Ay, no, boba!, déjeme disfrutarme el colirio en paz. – y siguió al almacén.

La dependienta regresó con los vestidos y Armando los apreció sonriente, pidió que uno de ellos se lo arreglaran para regalo y luego pasó a pagarlos, la dependienta le dijo que le daría su descuento de empleada con tal de que regresara nuevamente a comprar, Armando lo agradeció pensando que en la tienda habían varias cosas que le gustaría comprarle a Betty, sin darse cuenta del coqueteo de la muchacha, y salió feliz con sus compras.

Ya estaba listo para ir a casa de Betty, pero al mirar el reloj, no eran ni la una de la tarde. Exhaló exasperado, no tenía ni hambre para comer algo y hacer tiempo, así que decidió igual irse a casa de Betty sin importar si era temprano, con suerte llegaría cuando ellos estuviesen terminando de almorzar y los dulces les caerían de maravilla. Caminó a las escaleras que daban al estacionamiento, pero se detuvo en otra vitrina, lo que veía era absolutamente hermoso pero menos adecuado para regalar este día, es más, quedarse soñando con eso era apresurado y capaz asustaba a Betty si se lo compraba, pero sabía que más temprano que tarde, vendría por el.

Finalmente, salio y dio el viaje con prisa, con alivio se estacionó frente a la casa de Betty. Arregló dentro del auto los obsequios. Dejó en una bolsa las cajas con el conjunto y uno de los vestidos para Betty, esos se los daría después por lo que los colocó bajo el asiento, así que se bajó con el vestido que pidió envuelto para regalo, los dulces y la botella. Subió las escaleras y tocó el timbre. Nuevamente fue Betty quien abrió la puerta. Ambos al verse se quedaron estáticos con una sonrisa tonta en los labios.

Betty lo que tenia enfrente era paralizantemente perfecto, el perfume le golpeaba los sentidos, el cabello brillante bajo la luz del sol, los lentes de sol que lo hacían ver como un rockstar, jamás había visto a Armando con un atuendo tan casual y realmente se veía aún más perfecto, tenía el aspecto de un muchacho más joven de lo que era.

Armando la vio de arriba a bajo de forma rápida, traía un vestido azul claro ceñido en la cintura, con falda suelta hasta la rodilla y zapatillas de bailarina, la parte superior tenía un escote cuadrado que le hacía lucir su esbelto cuello, despejado completamente por sus cabellos en un moño con algunos mechones cayendo de él, sobre sus hombros, un suéter blanco mas arriba de la cintura. Se veía divina, como un ángel dispuesto a hacerlo pecar.

Betty miró hacia dentro de la casa rápidamente, y luego lo abrazó por el cuello y lo besó, Armando se sorprendió y se sonrió.

- Buenas tardes Betty… ¡es poco decir que esta bellisima!

- Ni me acerco a como se ve usted, “Doctor"… - Betty sonrió. Lo quiso tomar de la mano pero se percató de los paquetes que traía. – ¡Pase! ¿¿Qué es todo eso que trae ahí??
- En ese momento salieron Doña Julia Y Don Hermes a recibir a Armando.

- Bienvenido Doctor Armando. – Le dijo Doña Julia sonriéndole.

- Buenas tarde Doctor Mendoza. Ya quería ver cual era el aspaviento de esta niña de almorzar apurados… - Betty vio a su papá poniéndole los ojos enormes para que fuese amable.

- Doña Julia, Don Hermes, buenas tardes. Disculpe si llegue un poco más temprano de lo que había convenido con Betty, pero es que ya estaba en la calle.. – les dijo un poco nervioso. - Vea Doña Julia, le traje estos dulces para después de su almuerzo, o la merienda si prefieren…

- Ay doctor… No se hubiese molestado… - le contestó Julia mientras Armando le entregaba la caja con una sonrisa.

- Don Hermes, disculpe mi atrevimiento, pero le traje un whisky esperando sea de su agrado, es uno que personalmente me parece muy bueno… - le dijo Armando mientras le entregaba la botella. Don Hermes abrió los ojos y cambió la cara enfurruñada por una sonrisa.

- Caramba Doctor Mendoza… ¡qué elegancia! ¡No ha sido ningún atrevimiento! Si quiere la compartimos en un rato cuando caiga la tarde… - Armando le sonrió forzadamente “Tomarla juntos? ¿Aquí? ¿En la tarde?”. Betty se percató de su expresión torturada y se rió, sacando a Armando de sus pensamientos.

- Venga Doctor, pase, ¡pase! Tome asiento… - Lo invitó Don Hermes a la sala donde todos pasaron a sentarse.

Armando nuevamente sentándose lo más lejos de Don Hermes, recordó que Betty no le aviso nada sobre la conversación sobre su salida y se empezó a asustar por pasar toda la tarde en esa sala, no con uno, sino con dos chaperones… Al sentarse todos, Don Hermes se percató del paquete envuelto que traía Armando aún en las manos.

- ¿Y ese paquete Doctor? – le preguntó.

Armando pensaba dárselo en privado a Betty, pero al parecer tendría que dárselo frente a los chaperones. Les respondió con una sonrisa de lado.

- Eh bueno, no podía faltar un presente para Betty. – y se lo entregó con cara asustada. Betty se rió.

- Gracias Doctor, no se hubiese molestado…

Betty lo abrió curiosa. Cuando sacó el vestido se sonrió asombrada extendiéndolo frente a ella, mientras su mamá se tapaba la boca con una sonrisa, pero Don Hermes se volvió a enfurruñar.

- ¿Y eso como para qué ocasión es? ¿No le parece un vestido muy corto y escotado como para Bogotá, Doctor Mendoza?

- ¡Ay Hermes! ¡Deje ya con sus cosas! – Le dijo Julia. – Si esta bellisimo el vestidito…

- Si eso es lo que es, Julia. ¡¡Un vestidito!!

- Ya, ya Hermes, la niña se lo pone con un suéter y le queda bello. – Don Hermes  se cruzó de brazos pero no dijo nada más.

- Doctor, está bellisimo… ¡Gracias! – le dijo Betty a Armando, ignorando a su papá. Armando con un sudor frío le contestó.

- ¡Qué bueno que le guste, Betty! Me pareció que se le vería lindo.

- ¿Quiere un cafecito, Doctor? – le preguntó Doña Julia.

- ¡No pregunte, Julia!, ¡vaya!, vaya y traiga para el Doctor y para mi. – Interrumpió Don Hermes, y Julia se levantó antes de que Armando contestara.

- ¡Gracias, Doña Julia! - Alcanzo a decir Armando mientras Doña Julia se dirigía a la cocina.

- Bien… Bien… - Continuó Don Hermes. – ¿Así que usted quiere salir y llevarse a la niña a pasear? – Aprovecho Hermes, sabiendo que Julia lo defendería si empezaba la conversación frente a ella. Armando entendió que esto iba a ser un interrogatorio y se puso más nervioso.

- Eh… pues si, Don Hermes, me gustaría pedir su permiso para llevarla a pasear…

- ¿¿Y a pasear a donde?? ¡Recuerde que el diablo es puerco!

- Papaaaaaá… - quiso interrumpir Betty, pero su papá le hizo seña de que se callara.

- Bueno, Don Hermes, pensaba llevarla quizás a un parque y luego la quería llevar a cenar…

- Pero cenar es en la noche… - lo interrumpió Hermes.

- Este… bueno… si… - Armando no sabía que contestar.

- Deje de poner en apuros al Doctor, Hermes, ya deje a los muchachos en paz. – interrumpió Doña Julia que venía con las tazas de café. – ¿¿No le parece que el Doctor se ha comportado como un caballero, no solo con Betty, sino con nosotros??

- ¿Entonces no van a llegar en la tarde sino en la noche? – Continuo Hermes tomando la taza e ignorando a Julia que le entregaba la taza a Armando.

- Bueno, claro, si usted lo permite Don Hermes… - Sonrió asustado Armando. Hermes quedó en silencio unos segundos y contestó.

- Yo esperaba poder compartir el Whiskey con usted… pero esta bien Doctor Mendoza, lleve a la niña a pasear y a cenar, ¡pero me la regresa temprano! ¡Y mucho cuidado! … - Armando respiro al fin sintiendo alegría.

- Muchas gracias Don Hermes, le prometo que antes de las 11 estamos en casa! – Dijo casi sin pensar…

- ¡Las 11 es muy tarde!...

- ¡Perdón, perdón! Quise decir a las 10…
- A las 9… - Rectifico Don Hermes. Era mejor que nada, pensó Armando. Betty le sonrió…

- Lo que si podemos compartir son los dulcitos… - Dijo Doña Julia abriendo la caja y ofreciéndolos.

Ya Con un Armando más relajado y habiendo pasado la conversación difícil de forma satisfactoria, pasaron un rato más agradable, entre los cuentos de Don Hermes y las sonrisas apenada de Betty. Pero en lo que vio el momento adecuado en una de las pausas, Armando decidió que ya era hora de por fin estar a solas con Betty.

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Picaronas, con toda la espectativas, me decidí a publicar este capítulo sin hacerlas esperar mucho... espero estar a la altura de lo que ustedes imaginaban.

En todo caso, Hermes se portó mejor de lo que esperaba Armando. Se nota que Julia y Betty hicieron su trabajo! Más que dulces se merece Doña Julia!!

Que les pareció la mañana de Armani?? Interesante no? Es un divino!!

Tenía una foto de JEA con la vestimenta que describí, pero ahora no consigo la foto. Sin embargo, ustedes se imaginan abrir la puerta de sus casas y ver a ese triple papito ahí parado asi??

Las leo picaronas!! BESITOS EN LA NARIZ!!

Finalmente JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora