15.- Ansias

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Al día siguiente, Armando se despertó con más energías de las que hubiera pensado, su primer pensamiento fue para ella, tenía ganas de escucharla, de darle los buenos días, saber cómo paso la noche y si ella lo pensó tanto como él a ella. No tenía hambre. Era temprano y lo que sentía era ansiedad por salir rápido de ahí, se preparó apenas un cereal que comió a prisa para irse a dar una ducha rápida, se arregló y vistió para salir lo antes posible a buscarla. Bajó perfumado y sonriente al vehículo…  y finalmente se consiguió al portero.

- ¡Tony!... venga para acá. – lo llamó serio. El portero se acercó lentamente recordando el episodio del día anterior. – A usted lo quería ver… - continuó en lo que lo tuvo cerca.

- Doctor Mendoza… vea que pena con usted, yo sé lo que me va a reclamar y permítame…

- Qué bueno… ¡¡Qué bueno!! – alzo la voz. - Qué bueno que sepa… Y qué bueno que no me lo conseguí ayer… ¿Usted qué? ¿Se estaba escondiendo?

- No, no, Doctor, ¿cómo cree…?

- Mire Tony, ayer le hubiese dicho más cosas, y tal vez me hubiese puesto un poco agresivo… - Se dio cuenta en su mente de que no lo hubiese hecho en verdad, estaba Betty, por ella no lo hubiese hecho, aunque quién sabe... pero además estaba ocupado…  “No, no, no empieces a pensar en eso otra vez", se regañó mentalmente y continuó ante la mirada del portero a la espera de sus palabras. – Pues, bien… - no pudo continuar con el tono que traía. - Hoy sólo me limitaré a pedirle respeto absoluto la señorita que vino ayer conmigo, la va a ver por aquí muy seguido, y la próxima vez que yo le vea una de sus caras de igualado, tenga por seguro que sin advertencia lo voy a sacar de su fantasía. – Culminó con una mirada encendida.

- No, Doctor Mendoza, discúlpeme, disculpe usted de verdad mi atrevimiento, yo no quería ofenderlo, ni ofender a la señorita…

- Ya, ya hombre! Afortunadamente la señorita no se dio cuenta. – continuó con cara de desagrado. - pero basta con que yo sí. Y ya, ya déjelo así, ya está advertido… - terminó dándose la vuelta para caminar al carro dejándolo con la palabra en la boca. Se sentía apurado como para quedarse discutiendo, ya le había advertido que no habría una segunda vez.

Se montó en el carro, buscó entre sus discos de música y encontró uno que quería saber si le gustaba a Betty, tambien de los 90s y un poco más fuerte, cambio el que tenía y lo puso sin encenderlo para esperarla a ella, y arrancó con prisa. Al llegar a su casa, se bajó, se arregló el saco y la corbata, miró al cielo despejado e intuyó un día espléndido. Caminó hacia la puerta y tocó esperando ver a Doña Julia abriendo la puerta, con la sorpresa de que quien la abrió fue la misma Betty con una sonrisa.

Se veía perfecta, hermosa, el cabello sedoso y brillante se lo había dejado suelto, su rostro se veía suave, a sus labios carnosos les había colocado un labial que los hacía ver brillantes y apetitosos, y el traje de hoy, chaqueta cerrada y falda ambas de color rojo, la hacía ver vibrante. Casi se le lanza encima a besarla, pero suspiró al verla y se contuvo tratando de ver hacia adentro donde estaba sus padres.

- Buenos días, Betty… - le dijo con una sonrisa tonta. – Está bellísima… -  le dijo más bajito.

- Buenos días “Doctor”… gracias... – le contesto Betty riéndose hacia dentro. – Pase, ya casi estoy lista.

Betty lo anunció de pasada alzando la voz para que sus padres escucharan y subió las escaleras a prisa indicándose a Armando que la esperara un momento. Al entrar se dio cuenta de que todos estaban en el comedor y saludó de lejos sin entrar al comedor.

- ¡Buenos días! – Les saludo Armando.

- ¡Doctor Mendoza! ¡Buenos días! – le saludo sin levantarse de la mesa Don Hermes.

Finalmente JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora