52.- Jugueteo

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Ambos comieron amenamente, pero de tanto en tanto Betty veía a Armando removerse en su asiento algo incomodo, ella sabía la razón y no dejaba de sentir una mezcla de culpa con diversión, sin embargo, finalmente la incomodidad pareció ceder.

Conversaron sobre los planes para recuperar el negocio de Buenos Aires, y tal como lo había previsto Betty, la planta ejecutiva fue regresando a la vida de forma rápida después de la hora de almuerzo y las del cuartel los pillaron aun comiendo y conversando de los negocios en la sala de juntas.

- Aura María, ya estamos terminando, por favor, pase en 10 minutos a la oficina que tengo unos encargos urgentes que hacerle para esta misma tarde. - Le dijo Betty a Aura María antes de que se retirara de la Sala de Juntas donde los había interrumpido el cuartel entero.

- Claro que sí, Doctora. Permiso... - Le contestó bajo la mirada atenta de Armando antes de cerrar las puertas de la sala con todas las del cuartel afuera con caras enternecidas al ver al par con caritas de enamorados comiendo y conversando juntos.

“Si supieran lo que tengo ganas de hacer sobre esta mesa... Nah! Su supieran lo que pasó hace menos de una hora tras la otra puerta...” pensó Armando volviendo su mirada a Betty conteniendo una sonrisa pícara, pero Betty al verlo la interpretó sólo como felicidad y le devolvió una sonrisa tímida. “Me mata... esta mujer me mata!” … Se aclaró la garganta antes de hablar.

- Así que entonces sólo me quedan 10 minutos con usted...

- Serán unas pocas horas doctor, creo que sabe que hay mucho por hacer... - le sonrió.

- ¿No se ha olvidado de nuestra cita esta noche cierto? - Le preguntó con una expresión que se veía picara y tierna al mismo tiempo.

- No... Y antes de que me lo pregunte, no, no me siento más confiada... - Le contestó Betty bajando su mirada a sus manos. Armando puso su mano sobre las de ella de forma ligera.

- Bueno, no le voy a volver a decir que debería calmarse, sólo le recordare siempre que yo estaré ahí, siempre. - Se acercó a sus labios y le dio un suave beso que pareció un dulce roce esperando que sus palabras fueran entendidas tal como las decía: “Siempre”

- Armando, por cierto... - se ajustó sus gafas sobre su tabique al separar sus labios. - Tal cual usted hizo en mi casa, a mí me gustaría llegar con un presente para doña Margarita... - pero Armando la interrumpió.

- Mi amor, le dije que no era necesario que... - siendo interrumpido de vuelta por Betty.

- Yo sé que me lo dijo, pero igual no me gustaría llegar con las manos vacía, de verdad me sentiría mejor...

- Está bien... Doctora Terca! - Le sonrió con esa expresión divertida y satisfecha. - Pero con un detalle basta.

- Bueno, había pensado en unas flores...

- Es un lindo detalle... sí. - le concedió.

- El problema es que quería consultarle cuáles le gustarían...

- Betty... Me toma con la guardia baja... Si le soy sincero, no sé qué clase de flores le gustaría a mi madre...

- Pero Armando... Es su mamá... nunca le regalo flores a su mamá?

- Betty, qué le puedo decir?, le compraba flores para el día de las madres o para su cumpleaños cuando era más joven, pero era lo tradicional, hace mucho que no lo hago y la verdad cuando lo hice no pensaba cuales eran sus preferidas, compraba las que me parecían adecuadas para la ocasión. - Armando subió sus hombros de forma despreocupada excusándose, como quitándole importancia al asunto. Betty se quedó mirándolo unos segundos, analizando sus palabras. Luego continuó.

Finalmente JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora