7.- Petición.

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La despertó el sonido del timbre de la casa. Se estaba despertando tarde. Escuchó abajo a Don Hermes discutiendo con Nicolás como de costumbre. Se incorporó lo más rápido que pudo para colocarse las gafas y vio que su mamá se asomó por su puerta.



- Mija, ya es tarde. No la quise despertar antes, pero Nicolás ya llegó.


- Si mamá, es tardísimo. Ya me visto y bajo...



Se incorporó y se vio al espejo poniéndose las gafas. Justo en ese momento, sintió mariposas en el estómago, recordó el día anterior, recordó las sonrisas de Armando, sus holluelos, sus palabras, sus "yo la amo", y más peso en su estomago al recordar sus caricias, sus besos, su respiración... se apresuró a su clóset para vestirse, sintiéndose como una niña que quería apurarse para volver a verlo. Eligió para este día su falda gris y el blazer a juego, no sabía si era la emoción o el día soleado, pero como sintió más calor, se decidió por una blusa blanca de cuello redondo más ligera. Se arregló el cabello con un gancho y se maquilló suavemente. "¡Lista!" pensó, y mientras le sonreía al espejo volvió a escuchar el timbre de su casa.

La verdad no escuchaba a Nicolás abajo, tal vez era que había salido y ya estaba de regreso, bajó las escaleras justo cuando doña Julia abría la puerta para ver parado en el pórtico a Don Armando, vestido con un traje beige y una corbata purpura, con una sonrisa brillante que la derritió.

Armando saludó con respeto a Doña Julia que lo invitó a pasar, y luego vio a una Betty con cara de sorpresa paralizada a mitad de las escaleras, sintiéndose victorioso porque eso era justo lo que deseaba, sorprenderla. Se había levantado temprano, ansioso de verla y decidió pasar por su casa.

Don Hermes, que estaba desayunando en el comedor con Nicolás, preguntó gritando que quien era y Doña Julia anunció su nombre. El grito de su padre hizo que Betty saliera de su asombro y terminara de bajar las escaleras para encontrarse con Armando que la saludo con un beso en la mejilla, frente la sonrisa de Doña Julia y antes de que llegara Don Hermes con el ceño fruncido, seguido de Nicolás.



- ¡Caramba, Don Armando! - Le saludo Don Hermes con un poco de sarcasmo. - ¡Tiempo que no nos visitaba! - Doña Julia le frunció el ceño y lo haló de la manga del saco.



- Don Hermes, Doña Julia, Buenos días. Buenos días, Doctor Mora - Lo saludo finalmente, sin ningún rencor pero dejando clara la distancia.




Nicolás le hizo ojos a Betty, y Betty recordó que Nicolás no sabía nada de lo que había pasado, así que le hizo señas cortas de que después le contaba.


- ¿Qué lo trae por aquí tan temprano, Doctor Mendoza? - le pregunto Don Hermes.

- ¿Quiere un cafecito, Doctor? - Le preguntó Doña Julia.



- No Doña Julia, muchas gracias! - Le respondió sonriente Armando, y luego se dirigió a Don Hermes con mayor seriedad. - Quise venir a conversar un poco con ambos, ya que ayer todo fue como muy repentino... sabe, hablar un poco más formal sobre Betty y mi persona.



Nicolás quedó sorprendido, se puso a ver hacia todos lados nervioso e incómodo. Así que dijo un poco atolondrado.



- Vea Doña Julia, discúlpeme que le deje los huevitos ahí en la mesa, pero es que acabo de ver la hora y se me hace tarde para llegar a una reunión con el gerente del Banco Montreal, ¡la fijamos muy temprano, fíjese!

Agarró el saco y salió por en medio de todos mientras le daba unas palmaditas a Armando en el hombro y este ponía los ojos en blanco, se detuvo al lado de Betty y le susurró cerca.

Finalmente JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora