45.- Un Amanecer Diferente.

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Betty despertó en su cuarto, estaba oscuro, pero al ver el reloj en su mesita se dio cuenta que estaba a punto de amanecer.

 Era la primera vez en su vida que tenía un sueño como ese, y el colmo era lo vívido que había sido. Se removió en su cama y se dio cuenta que sentía húmeda su ropa interior. ¿cómo su mente había hecho un sueño tan vívido como ese en el que hasta pudiera sentir y oler? Hasta su corazón se sentía aún agitado y su respiración era más rápida.

Hacia unos días solo había soñado con unos deliciosos besos en la cocina del apartamento de Armando mientras esté la acariciaba con ansias, ¡pero esto había sido una exageración¡ ¿Dónde habían quedado los sueños en un bosque idílico con patitos amarillos?

Esto tal vez era parte de su nueva faceta, o al menos de esa faceta en la que quería avanzar. Recordó entonces en su cama aún las palabras y consejos de de Aura María y vaya que se sorprendió de su propia imaginación.

No quiso esperar más, ya que se sentía incomoda así de húmeda, “Diferente sería si pudiera estar con él en este mismo momento…”, si, aún su respiración estaba algo agitada y sentía necesitar al menos de las manos de Armando acariciándola. “Lo que hacen estos sueños!” siguió sorprendida mientras caminaba a darse una ducha.

El agua la fue relajando, pero en su mente persistían las imágenes. Recordó entonces la noche anterior en su apartamento, la sensación liberadora de ser ella misma, las indicaciones de él, sus ansias de mayor libertad. No creyó que podía darle la razón, pero  Aura María la tenía.

Sabía que aún había mucho camino por recorrer para esta nueva etapa de su vida. Estaba decidida a no ser la misma tímida, pero la crianza y normas de su casa la frenaban aún un poco, cada día se daba más y más cuenta que no había seguido a su edad. Y no, no era bajo su protesto, ella se había auto impuesto esa especie de cargo y destino sin prever siquiera como cambiaría todo en tan solo un año. Si ella se había auto impuesto esa conducta permitiendo a gusto restricciones que la ocultaban del resto del mundo por timidez y miedo, también era ella quien debía hacer los cambios necesarios para terminar de avanzar como su vida entera estaba pidiendo.

Al fin de cuentas ahora tenía un novio formal, con todas sus palabras, un hombre de mundo, completamente diferente a lo que era ella, dispuesto a hacer todo para complacerla y hacer las cosas como las costumbres de su hogar exigían, y volvía nuevamente la pregunta a atormentar su mente… "¿Y yo que puedo hacer por él?”. Si le preguntaba, estaba segura de recibir una respuesta como “usted no necesita hacer nada más"… aunque no se había negado a aquella conversación que estaría segura le enseñaría un poco más a complacerlo, pero ella misma no sabía ni como reaccionaria a esa conversación. Volvió a recorrer un escalofrío por su nuca mientras secaba su cuerpo tan solo de recordar las expresiones verbales que logro sacar de Armando esa noche, gruñidos, gemidos y malas palabras… se sonrió pícaramente.

Volvió a su habitación. Era curiosa esa faceta de ella misma, la vergüenza que le causaba emitir algún sonido que delataba las sensaciones que él le producía, en contra posición a las emociones que le provocaba escucharlo a él. No sabía en qué quería trabajar más, si en dejar de cohibirse, o en aprender cómo hacer que él se dejará escuchar. Mientras buscaba en su closet ropa para vestirse con la toalla aún envuelta en su cuerpo, pensaba que en definitiva Armando solía saber expresarse de forma verbal en esos momentos, sabía decir las palabras justas para desarmarla aún más, si es que eso era posible.

En ese momento vio la caja dentro de su closet. Era el tercer regalo de Armando… o era el cuarto? Lo abrió y sí, el día de hoy tenía el ánimo, el humor y la disposición para probarlo. Sacó la blanca lencería fina de la caja y fue colocando todas sus piezas, sintiendo como la suave tela de encaje se ajustaba delicadamente sobre su piel… “Debo darle nuevamente las gracias por su gusto tan exquisito”. Se vio al espejo y sorprendentemente le gustó lo que veía, recordó a Armando describirla frente a su espejo y debía admitir que tal vez tuviera algunas cosas de ciertas en sus palabras, era necesario que adquiriera confianza.

Finalmente JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora