29.- Hermes.

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Ya caía la noche. Al llegar se bajaron, ambos con la sensación de no querer dar ninguno de los pasos que estaban dando para dirigirse a la puerta de los Pinzón. Betty abrió la puerta y se volteó a darle un beso a Armando, que le sonreía dándose ánimos a sí mismo para otra noche sin ella. Ella enrolló sus brazos alrededor de su cuello mientras él la tomaba por la cintura, apenas empezaban el beso cuando su mamá llegó a recibirla con cara de preocupación.

- Ay, mija, disculpe… disculpe Doctor Mendoza… - les dijo doña Julia apenada por la interrupción mientras ellos deshacían su abrazo. – ¡Mija qué bueno que llegó! Su papá siguió bebiendo solo después que se fueron, y pues usted sabe que él no está acostumbrado… se ha echado una borrachera solo! Está lidioso y tuve que llamar a Nicolás para que me ayudara…

- Ay mamá… no me diga! – le dijo Betty con preocupación mientras Armando las miraba sintiéndose culpable de aquello.

- Doña Julia, vea, ¿necesita algo? – se puso a disposición Armando.

- No Doctor, no se preocupe, es que estaba sola y me angustié, se puso tan lidioso que no podía con él yo sola. Por eso llamé a Nicolás. Ya yo le hice un tintico bien cargado, y Nicolás me ayudó a meterlo a bañar… allá arriba se quedaron…

- Ay, qué pena Armando. – Volteó Betty a verlo con cara apenada. – no se preocupe, yo me encargo con mi mama y Nicolás de cuidar de mi papá. Vaya tranquilo a descansar para mañana lunes.

- Pero Betty… ¿segura?, mire, para mi no es problema… además, me siento culpable porque fui yo quien le trajo esa botella…

- ¡Noooo, Armando! Para nada! ¿Cómo se va a sentir culpable por un adulto como mi papá? De verdad tranquilo… - Betty se sentía sumamente avergonzada por la historia. – De verdad vaya tranquilo. Complázcame está vez a mi, ¿si? – En ese momento apareció Nicolás en la entrada también.

- ¿Quihubo, Betty?, ¿cómo está, Doctor? – saludo Nicolás a Armando, que le devolvió el saludo con un movimiento de cabeza y una media sonrisa, agradecido por la ayuda. Se dirigió a Doña Julia luego. – Doña Julia, allá le dejé a Don Gérmenes acostado en su cama, ahí anda con una habladera de que si él fuese hacendado y tuviese ganado… sólo le quería avisar que ya estaba empijamado…

- Ay, gracias mijo… ¡y disculpe!

- Bueno, si de verdad no me requieren y ya esta mejor Don Hermes, ¿me retiro? – lo dijo aún en pregunta Armando, sin querer irse realmente.

- Si, tranquilo, Armando, yo me encargo. Gracias de verdad. – le contestó Betty abrazándolo.

- Gracias de verdad Doctor… ¡qué pena con usted! – le agradeció Doña Julia.

- No, que pena nada, Doña Julia. Cuenten conmigo cuando lo necesiten, de verdad… - le contestó con sinceridad y cariño a Doña Julia. – Me retiro entonces, pero Betty, por favor no deje de llamarme si necesitan algo.

- No se preocupe, Armando, no creo que sea para preocuparnos, una borrachera la hemos tenido todos – se rió Betty para aliviar su preocupación. – En todo caso estaré en contacto, ¿si? – se despidió de Armando con un pequeño beso en los labios.

Se quedaron los tres en la puerta, mientras Armando arrancaba, para luego cerrar la puerta.

- Mamá, ¿cómo dejó que mi papá se tomara toda la botella? – Le reprochó Betty a su mamá, viendo en la sala la botella completamente vacía.

- Ay mija, ¡ni me di cuenta cuando se la tomó!

- ¡Tremendo guayabo que va a agarrar mañana Don Gérmenes…! - Se río Nicolás.

Finalmente JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora